Cine animal.
La desgracia y la tragedia esconden un ángulo de visión cómico que no siempre es fácil de encontrar. La ironía, el morbo, el cinismo y muchas otras conductas y actitudes propias de la esencia humana son una parte integral de esta gratamente rara película argentina. Relatos salvajes es al cine lo que una antología de cuentos de Cortázar es a la literatura: un compendio de breves historias retorcidas, eximiamente narradas.
Como todo gran libro de cuentos, priman un par de relatos extraordinarios y el resto completa la experiencia con buenos resultados. Sobre toda consideración de calidad que pueda hacerse del filme, lo más destacable es su maravillosa cinematografía. Damián Szifrón sube la vara del estándar cinematográfico argentino hacia una altura quizás nunca antes alcanzada. Es asombrosa la variedad de recursos visuales utilizados por el director; la multiplicidad de planos, los diversos ángulos, los cambios de ritmo; todo está exquisitamente orquestado para la composición de una obra técnicamente impecable.
Las actuaciones son en general muy buenas, con algunas mínimas salvedades típicas del cine argentino. Algunos actores parecieran recitar el guion en vez de actuar, lo que por momentos (contados y breves) conspira contra la naturalidad de la historia, aunque finalmente no la dañe. Lo cierto es que en materia dramática los protagonistas principales logran componer con excelencia sus respectivos personajes, aportando verosimilitud a cada uno de los relatos.
Los galardones coronan, pero la calidad de una película la sentencia su audiencia. Relatos Salvajes quizás no gane un oscar, pero pasará a la historia como una de las más creativas y mejor dirigidas películas argentinas. Si Damián Szifrón comienza a pedir pista en el cine internacional, su talento lo puede hacer volar hacia alturas insospechadas.