Cada tanto, el cine nacional nos brinda la posibilidad de sentirnos parte del Primer Mundo, al menos en términos cinematográficos. "Relatos Salvajes", tercer largo de Damián Szifrón, es la muestra cabal de que en Argentina hay talento a rabiar concentrado en un puñado de gente de la industria.
Pocas veces en la historia del cine nacional, encontramos una película capaz de sacudirnos como espectador de principio a fin, intensa e inclasificable (¿es drama, comedia, policial?), una explosión de adrenalina cuadro a cuadro que mantiene al espectador en su butaca sin darle tregua. Y cuando se la otorga, es para que se ría con ganas o se conmueva ante la suerte de los personajes que giran en las seis historias que propone este vibrante caleidoscopio argento.
Szifrón parte de una aguda observación de la realidad local (que va desde las cuestiones íntimas y de relación hasta las de denuncia social), y nos presenta un grupo de historias en las que los protagonistas, por decisión o azar, se enfrentan a recorridos y desafíos tremendos para resolver cuestiones que despertaron ira y dolor en ellos.
Y estallan en la pantalla con toda su furia, una vez que cada escenario plantea su encuadre particular.
No podemos anticipar nada de estos relatos en forma individual (en cualquier sinopsis podrán leer los argumentos de cada uno de ellos), sí decirles que más allá de los altibajos naturales que se dan en una realización tan compleja, aquí las historias conectan todas con hechos que tienen algo de cotidiano (peleas, infidelidades, estafas, burocracia, etc) y eso predispone al público a aceptarla sin filtro.
“Relatos Salvajes” está bien construída y se hace fuerte en las interpretaciones de un elenco fantástico donde es difícil encontrar algún punto flojo. Sencillamente porque no lo hay. Es un golazo de Szifron y su equipo por donde la mires.
Sin dudas, la película del año del cine argentino. No defrauda.