La culpa y el castigo en la nueva obra de César González
La película construye un 'tour de force' para la protagonista, inmersa en un espiral de violencia donde la culpa y el castigo se resuelven en la misma calle.
El director de Lluvia de jaulas (2019) cuenta historias surgidas en barrios populares desde la perspectiva de sus habitantes, para poner al espectador en sus zapatos y obligarlo a comprender la complejidad de sus dificultades.
César González sigue de cerca a su protagonista, interpretada por Nadine Cifre, una empleada de limpieza de una pyme que un día toma una decisión que le trae funestas consecuencias.
La primera media hora de la película es descriptiva como si estuviéramos accediendo a un documental. Nos muestra el día a día de esta chica que vive para trabajar. Su rutina sigue la misma automatización que las máquinas de la imprenta donde trabaja como personal de limpieza, junto a otra compañera.
Este relato minucioso de su pesar emocional, que conjuga la presión ejercida sobre su cuerpo por la obligación y la sumisión, la lleva a tomar una decisión errónea: robar el reloj de su jefe (Edgardo Castro) cuando limpia su oficina. El preámbulo descriptivo del film nos ayuda a comprender los motivos de su acto, ligado a la necesidad económica de la protagonista, pero también, es un modo de salirse de la rutina carcelaria en la que se encuentra inmersa.
Pero su jefe, de manera inesperada, responsabiliza a su compañera por el acto y la echa del trabajo. Ella siente la culpa y trata de redimirse mientras el hermano de la damnificada la acosa diariamente. La presión ejercida sobre su cuerpo se cuadriplica.
Sin dejar de ser un cuento moral, Reloj, Soledad (2021) traza puentes con el cine de José Celestino Campusano al sumergirse en barrios populares y contar, desde allí, los problemas diarios que adquieren connotaciones trágicas.