Ya se estrenó "REMINISCENCIA", un thriller que nos arroja a un mundo de recuerdos, corrupción y amor perdido; escrito y dirigido por una de los creadores de Westworld, Lisa Joy, haciendo su debut cinematográfico.
El film trata sobre un militar retirado llamado Nick Bannister (Hugh Jackman) que, junto a su socia Watts (Thandiwe Newton), tienen una máquina de reminiscencia, con la que numerosas personas pagan para revivir recuerdos gratos propios, tanto en una pantalla como sensorialmente. Todo esto se sitúa en Miami, Estados Unidos, en donde el agua del mar ha avanzado sobre media ciudad y el clima es extremo de día, y además, como ha habido guerras, la gente recurre a drogas y reminiscencias para encontrar solaz. Todo cambia para el protagonista cuando conoce a Mae (Rebecca Ferguson), que desencadena una serie de acontecimientos relacionados a la corrupción sin límites que azota a varias ciudades del país. Nick deberá encontrar a Mae a pesar de todos los obstáculos, explorando mentes quemadas y alienadas por la guerra y la melancolía.
La historia y el concepto que se manejan es sumamente original y sorprendente. A pesar de que, sí, podríamos explorar referencias como ‘Eterno Resplandor de una Mente sin Recuerdos’ (Gondry, 2004) o ‘El Origen’ (Nolan, 2010), no hace caso realmente a ninguna línea de creatividad específica, es una película única y sumamente diferenciada, más que nada por el tinte dramático mezclado con la ciencia ficción y cierto futurismo, sin los que no se podría contar la idea de la misma forma.
Sin embargo, la trama tiende a enroscarse en sí misma y a explicar de más, abusando del recurso de storytelling llamado “flashback”, en donde la historia salta hacia un momento del pasado para explicar el presente de los personajes. El guion también es proclive a enredarse y los diálogos se tornan repetitivos o llenos de clichés, y además, desmotivan al espectador. Más allá de que las interpretaciones son adecuadas y están bien guiadas por la directora, no se genera un vínculo con los personajes ni con los lazos que se forman entre ellos. La mayor química que se llega a dar en pantalla es la de Jackman con Newton, y no es suficiente para contrarrestar la complejidad de la narración. Se ametralla al espectador con datos, nombres, hechos y lugares, pero no lo suficiente con emociones que logren generar una conexión.
En síntesis, el guion y la dirección no son malos, pero hay demasiado enfoque en cosas que, más allá de ser importantes para que el universo del film tenga sentido y sea verídico, no logran cautivarnos con una historia trascendental emocionalmente.
Con respecto a todo lo técnico, es muy disfrutable. Los escenarios en donde transcurre esta película poseen un hermoso simbolismo, interesante luz, contrastes alucinantes y mucho juego de colores. Se explota adecuadamente el trasfondo de la historia: una ciudad en postguerra futurista, colores que alguna vez resaltaron, están raídos. Estructuras que antes se erguían orgullosas, en el film se los ve decaer. El agua, que avanza gradualmente por las calles, provee de un sinfín de drama, es un recurso muy bien utilizado, y, de hecho, hay momentos fotográficos dignos de compararse con ‘El Viaje de Chihiro’ (Miyazaki, 2001).
El montaje, la edición y el ritmo tienen muchos altibajos. En un momento, son brillantes y todo fluye orgánicamente, y al siguiente, no se puede seguir el rapidísimo ritmo de lo que está pasando. Más allá de que se entiende la trama, y las transiciones entre presente y flashbacks es notoria, al haber tantos, y tan entrelazados, uno puede llegar a perder el hilo de la historia y cómo los personajes están conectados, quién es corrupto, quién es inocente, y así sucesivamente.
A pesar de que la película intenta abarcar mucho, pero aprieta poco, es muy interesante para filosofar sobre el pasado, los recuerdos con nuestros seres queridos y la importancia de vivir en el presente. Es para los melancólicos, eternos románticos, o simplemente quienes disfruten de un Hugh Jackman maduro y súper enfrascado en su apasionado personaje. Un lindo film para este fin de semana frente a la pantalla grande.
Por Carole Sang