"Reminiscencia", con Hugh Jackman: pasados por agua.
Casi todas las distopías hablan, más o menos directamente, sobre la lucha de clases. Aquí, en cambio, es un elemento decorativo.
En una de las primeras escenas de Reminiscencia, Nick Bannister habla de la nostalgia y el presente como elementos fundantes de una idea de futuro. No importa si tiene sentido lo que dice. Tampoco que sea cierto. Pero suena importante, y entonces está bien. El primer largometraje de Lisa Joy no se anda con chiquitas a la hora de imaginar un mundo futurista semi hundido en agua por el cambio climático, una premisa que recuerda El mundo sumergido, de J. G. Ballard, en la que un biólogo recorría una vieja megalópolis en la que solo los pisos superiores de los rascacielos emergían por encima de la superficie líquida. Aquí la situación no es (tan) terminal porque quedan algunas zonas altas secas, todas ocupadas por los ricos, y los diques de contención todavía evitan el hundimiento definitivo. Pero para la mayoría –o sea, los pobres– ya es rutinario caminar sobre una capa de agua cada vez más profunda y amucharse en porciones de terreno cada vez más pequeñas.
Casi todas las distopías hablan, más o menos directamente, sobre la lucha de clases. Aquí, en cambio, es un elemento decorativo. Dueña de una seriedad innegociable, Reminiscencia está escrita desde un púlpito donde se pregonan máximas sobre todos y cada uno de los temas que Joy considera importantes, con la vida, la muerte, la memoria, el olvido y el destino picando en punta. En ese sentido, el oficio de Bannister (un astringente Hugh Jackman) calza perfecto con esas ambiciones dogmáticas de su responsable. En un viejo edificio derruido y, claro, húmedo, junto a su socia Watts (Thandie Newton) regentean un negocio que le permite a los clientes vivenciar sus recuerdos y almacenarnos en una memoria digital. El cliente llega, le ponen un casco con cables y electrodos, lo acuestan en una cápsula con agua muy parecida a la de los "precogs" de Minority Report y le hacen circular electricidad por el cuerpo. Mientras tanto, el susurrante Bannister va sumiéndolos en un estado de hipnosis para que suceda la magia: en un escenario al lado de la cápsula, con una textura pixelada de holograma berreta empiezan a materializarse situaciones del pasado que regocijan a quien siente que las vivencia.
Una tarde, minutos antes del cierre, llega una mujer vestida como Jessica Rabbit pidiendo que por favor la atiendan porque olvidó las llaves y no puede entrar a su casa. Pero Mae (Rebecca Ferguson, replicando sin tapujos el arquetipo de femme fatale) tiene otros secretos que involucran a Bannister, quien obviamente se enamora de ella. Guiado por la muy pero muy seria voz en off de Jackman, lo que refuerza las aspiraciones de film noir del asunto, Reminiscencia se pierde en un berenjenal narrativo en el cual el protagonista, desolado por la abrupta desaparición de la chica, intenta saber qué pasó, por qué se fue. Pero en el camino descubre otras cosas -la basura bajo la alfombra de un millonario, su relación con un asesino a sueldo- que ni siquiera a la película, ensimismada en su gravedad, parece importarle.