DEMASIADAS EXPLICACIONES
Lisa Joy es co-creadora de Westworld, una serie definitivamente divisiva pero aún así atractiva a partir de cómo abre líneas de conflicto que solo se van explicando progresivamente, desde las acciones y el descubrimiento de los personajes, confiando en la paciencia del espectador. Sin embargo, Reminiscencia, su debut como realizadora cinematográfica, es todo lo contrario: una película que explica todo constantemente, sin confiar en el público o en la materialidad narrativa que posee.
Claro, había que tener en cuenta que Joy es esposa de Jonathan Nolan, co-creador de Westworld, además de hermano de Christopher Nolan. Y ya sabemos que la sobreexplicación disfrazada de pose inteligente es un pecado habitual de esa familia: Interestelar, El origen y El gran truco, por mencionar algunos ejemplos, eran interminables torneos explicativos. Mucho de eso hay en Reminiscencia, que está situada en un futuro que roza lo apocalíptico, en una Miami inundada, donde solo unos pocos pueden vivir en tierra realmente firme, mientras el resto solo parece condenado a aguardar que el agua los tape eventualmente. En ese contexto, las personas solo pueden evadirse de la realidad a través de las drogas o de un dispositivo que permite recuperar momentos del pasado alojados en la mente, como una forma de nueva vivencia. El relato sigue entonces a Nick Bannister (Hugh Jackman), una especie de investigador privado de la mente, que ayuda a sus clientes a acceder a recuerdos perdidos. Cuando aparece una nueva clienta, Mae (Rebecca Ferguson), con quien Nick inicia una relación pero que luego desaparece misteriosamente, él se adentra en una investigación tan obsesiva como peligrosa.
Ya desde el comienzo, Reminiscencia le otorga un lugar preponderante a la voz over de Jackman/Bannister, lo que al principio podría interpretarse como un intento de vincularse con el policial negro. Ese es, de hecho, un instrumento que funcionaba bastante bien en Blade runner, otro film de ciencia ficción donde la existencia humana quedaba atada a lo maquinal. Sin embargo, a medida que pasan los minutos, va quedando claro que, a diferencia de la película de Ridley Scott o la obra de Philip K. Dick, lo que pesa más en el artefacto creado por Joy es la voluntad por exponer todo lo que se ve a través de la palabra. Y cuando decimos todo, no estamos exagerando: desde cada uno de los personajes a todos los hechos o lugares que se van presentando, no solo desde la voz over, sino también desde los diálogos y monólogos de los protagonistas. Joy parece no captar algo tan paradójico como lógico: cuanto más se cuenta, menos misterio hay y, por ende, menos interés por parte del espectador. Enamorada de su propio concepto visual y de algunas ideas que va desperdigando a cuentagotas, se olvida de cómo narrar apropiadamente.
A Reminiscencia le ocurre algo similar a El origen, que estaba tan ocupada en explicar los trucos de su mundo que se olvidaba de darle verdadera fuerza al conflicto de fondo, que era la historia de amor trágica del personaje de Leonardo DiCaprio con su esposa. Acá el foco también es romántico, trágico y enfermizo, a partir de la obcecación de Nick por saber qué le ocurrió a Mae, pero eso no llega a cobrar verdadera carnadura porque el film gasta una enorme cantidad de energía en diatribas entre didácticas y moralistas. Recién en los últimos minutos ese cuento de amor interrumpido se pone en primer plano, aunque Joy siempre se ve en la necesidad de hacerlo desde la enunciación oral, bordeando incluso el ridículo. Detrás de su gigantismo visual, Reminiscencia es un film pequeño, sin una narración con la cual empatizar y que se vuelve rápidamente olvidable.