Un pastiche ambicioso y fallido con Hugh Jackman
La debutante Lisa Joy (Westworld), no lleva a buen puerto este relato que bucea en diversos géneros, se tropieza con ellos y en donde los propios protagonistas hacen lo que pueden con sus roles.
En el arranque de Reminiscencia (Reminiscence, 2021) Nick Bannister (Hugh Jackman), el personaje central, luego de contextualizar y describir en off el universo que presentará la película, expresa que la humanidad vive pendiente de la nostalgia, y desde ella construye y cimienta el futuro en el presente.
Hay algo de esa idea, que Simon Reynolds buceó en muchos de sus trabajos sobre lo retro, el recuerdo, el pasado, que aquí sirve, para que esa expresión delinee los laberintos del guion, en una historia en la que la cruza de ciencia ficción, film noir y distopía sirven para hablar de cuestiones básicas que hacen a los seres humanos, no importa en el momento que se encuentren, y que tiene al amor y los vínculos como motor vital para las acciones.
Un negocio que recupera recuerdos, los graba, los reproduce, y permite volver a conectarse con aquel ser querido que ya no está, es la fuente de ingresos de Bannister, quien junto a su compañera Watts (Thandie Newton) llevarán adelante el trabajo, aun sabiendo que sus vicios y malas decisiones los estén hundiendo. Tras el ingreso en la vida del protagonista de una siniestra, bella, misteriosa mujer llamada Mae (Rebecca Ferguson), el relato comenzará a deambular entre una sucesión de escenas, las que, sin pericia, terminan concatenándose y fagocitándose unas a otras.
La película se nutre del policial negro, con elementos fundamentales del mismo que van desde la elección de la banda sonora, la puesta en escena, las atmósferas sugeridas, el contraste de universos entre los personajes, y la poco clara división entre el bien y el mal.
La propuesta recuerda a muchas otras, sin lograr sostener una propia, y marean al espectador con idas y venidas en el relato, sosteniendo apenas con hilvanes, la desconexión que entre escena y escena comienza a percibirse, construyendo un inmenso Frankenstein sin sentido, y en donde la nostalgia, pero no ya del relato ni de los personajes, sino la de saber que ya se ha visto esta historia, comienza a pesar deseando que prontamente el final suceda.
Joy apunta demasiado alto en esta oportunidad, y aquello que en Westworld funcionaba y funciona, con su sofisticada mezcla de western, sci fy y drama existencialista, aquí se revela todo de una manera forzada, con un tono solemne que resiente diálogos y actuaciones. No hay posibilidad alguna de seguir los pasos del protagonista en medio de un futuro agresivo y en donde la naturaleza hace de las suyas, construido como un tonto enamorado, que no encuentra el sosiego necesario para superar sus penas pasadas, a las que suma por sorpresa una más, y por la que dejará su vida en suspenso hasta nuevo aviso.