Es probable que nos hayamos malacostumbrados a la hora de ver películas de terror. Más que nada, cuando son bien, pero bien gore: sangrientas, con desmembramientos, gritos y efectos de sonido al palo. Tan es así que una de terror como Renfield, pero con Nicolas Cage, Nicholas Hoult y Awkwafina, bueno, nos motiva más.
Aquí Cage, cuya carrera va en un constante sube y baja, es Drácula, y Nicholas Hoult (El menú), su -hasta ahora- fiel asistente, Renfield.
Pero por algo la película lleva en el título el nombre del “sirviente” del vampiro, y no el del Conde.
Drácula sigue viviendo mejor de noche que de día, la luz del sol lo daña y para alimentarse depende exclusivamente de lo que haga Renfield. Su cuerpo se descompone si su asistente no le consigue carne fresca, nuevas víctimas. Cuando es bien alimentado, Drácula emerge como el Ave Fénix, robusto, con su smoking de terciopelo negro, su tez con su blanca palidez, pero no destruida, peinado achatado hacia atrás y una fila de puntiagudos dientes, no solamente los colmillos.
Jefe tóxico
Drácula, digámoslo de una vez, es un jefe de lo más tóxico. Y claro, un día el joven Renfield se cansa.
Y así arranca la película de Chris McKay (La guerra del mañana, con Chris Pratt, y Lego Batman: La película), con el protagonista sentado en una reunión para personas que no pueden salir de relaciones codependientes. Renfield va ahí porque su jefe es un narcisista abusivo.
Es otro tiempo, no solo el que transcurre en la pantalla, que es en tiempo presente, sino también otra época del cine de cuando Francis Ford Coppola rodó Drácula de Bram Stocker. Y el Renfield que componía Tom Waits es prácticamente la antítesis del que ahora interpreta Nicholas Hoult.
Así, Renfield come bichos, pero para tener fuerza, las pupilas de sus ojos se vuelven amarillas y se convierte en algo como un superhéroe de Marvel. Salta, pega, corre, le faltaría volar, que para eso está su jefe.
Drácula es todo lo extravagante que se puede uno imaginar al Nicolas Cage desatado de los años ’90. No es justo compararlo con el de Gary Oldman de Coppola, y menos con el de Bela Lugosi. Este Drácula que vive en Nueva Orleans es un megalómano, que bien podría sumar fuerzas con la familia mafiosa que maneja el mercado de la droga en el lugar.
Porque por ahí va otra historia, en la que interviene Awkwafina (Shang-Chi y la leyenda de los diez anillos), una agente de policía que también desea vengar el asesinato de su padre, por parte de esa familia mafiosa. No tardará en cruzarse con Renfield, porque esta película es un combinado de acción, comedia y algún que otro dislate.
¿Si es divertida? Sí, por momentos lo es. Es entretenida, y volvemos al comienzo, los amantes del gore estarán saltando de alegría. Lo que no tiene Renfield, la película, es misterio. Drácula ya es Drácula, no vamos a descubrirlo aquí, y los responsables de Renfield suponen que el que entra al cine ya debe saber cómo es.