Renoir

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Modelos de vida

Calma. Eso es lo que exterioriza Renoir, lograda biopic sobre Pierre-Auguste Renoir, el pintor impresionista, su hijo Jean -luego actor, y cineasta de renombre- y la joven Andrée, la chica que llega como modelo y termina en la contradicción de disociar y enlazar la vida del padre y su hijo.

Cine que cuenta más en imágenes que en sus diálogos -aunque cuando haya algo que explicar, el director Gilles Bourdos no perderá un instante en poner abundantes palabras, aunque no excesivas, en las bocas de sus coprotagonistas-, Renoir una vez que fija su centro, difícilmente se corra de él.

Andrée llega a la casa en la campiña del genial pintor. Andrée es un espíritu rebelde -más aún si hablamos de la campiña francesa por 1915, cerca de la Costa Azul-, y será la musa inspiradora, que libera tanta pasión concentrada en el artista, ya anciano y atormentado por la muerte de su mujer, como celos a su alrededor. El erotismo es más latente que explícito: nada tiene que ver que Christa Theret se pase media película sin ropa.

Es en los encuadres en que Renoir está al aire libre, o ensimismado en el atelier, donde surge más diáfana la exuberancia de su personalidad. Con el arribo de Jean, su hijo que es herido en la Primera Guerra Mundial, las relaciones sufren una alteración. Andrée puede significar distintas cosas para cada espectador, si observa el alcance que tiene su aparición en la casa casi paradisíaca para el padre y para el hijo. No sólo por una cuestión de generación.

El director Bourdos a veces elude la zancadilla de los lugares comunes, pero en otras se mete hasta la rodilla. La amplitud de los planos, la premeditada escasez de decorados artificiales, en fin, en la naturaleza pura que muestra Renoir es donde está la matriz, el molde en el que Bourdos prefiere seleccionar las singularidades de los personajes. A veces por contraste, otras por superposición.

El gran Michel Bouquet, un Renoir postrado, tiene los mejores momentos, bien apoyado más por Theret que por Vincent Rottiers, que interpreta a su hijo, por lo general desde la distancia emotiva.

Hay mucho de tristeza, de melancolía, de enseñanzas con frases rimbombantes. Cómo lo estático cobra movimiento no sólo es un principio del impresionismo, es el puntapié de este filme acerca de cómo las mujeres pueden gobernar -una residencia, pero también una vida- de hombres, por lo que sea, algo desprotegidos.