Todos los hombres del reporte
Reporte clasificado (The Report, 2019) está escrita y dirigida por Scott Z. Burns, guionista y frecuente colaborador de Steven Soderbergh. El dúo ya produjo El desinformante (The Informant!, 2009), Contagio (Contagion, 2011) y La lavandería (The Laundromat, 2019), recientemente lanzada en Netflix. Así como tienen tonos y estilos divergentes, todas tienen un interés en común, que es exponer la maquinaria de encubrimiento detrás de intrigas políticas y corporativas.
Por esta vez Soderbergh es productor de la película, que se hubiera beneficiado más teniéndolo de director, o director de fotografía, o editor (es un auténtico hombre orquesta). El guión de Burns es inteligente y exhaustivo, exponiendo una década de “técnicas de interrogación mejoradas” (eufemismo de tortura) auspiciadas por la CIA, pero la película carece del enfoque original que ha caracterizado sus otras colaboraciones. La energía y ganas de Soderbergh por experimentar con el medio son lo que dan forma a sus películas. Ésta es bastante convencional, sin la audacia o mordacidad necesarias para sobresalir como acto de denuncia.
Sólo las actuaciones de un excelente elenco elevan la trama por sobre el mero recuento de los hechos. En el ojo del huracán se encuentra Daniel Jones (Adam Driver), un idealista investigador asignado por la senadora Feinstein (Annette Bening) para compilar un reportaje sobre los cuestionables métodos de la CIA para recabar información en vísperas del atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001. La trama detalla la evolución del reportaje y luego, en medio de la controversia generada, los intentos del Comité de Inteligencia del Senado por publicarlo.
La CIA terciariza las “interrogaciones” a dos contratistas fraudulentos y llenos de ideas medievales para sonsacar confesiones a sus prisioneros, una más cruel que la otra y ni una sola efectiva. Un abogado sugiere refugiarse en la semántica: la tortura es ilegal, pero la definición de tortura incluye “dolor severo”, ¿y qué es severo a ojos de la ley? La otra justificación es que la tortura es “legal” en la medida que rinde resultados. Como no rinde ninguno, la CIA se dedica a falsear información con tal de legalizar medios cuyo único fin es validarse a sí mismos.
Hay algo del absurdo kafkiano en todo esto. El senado presiona a la CIA, la CIA presiona al senado, el Departamento de Justicia acusa a uno, el Departamento de Defensa acusa a otro y todos cubren a la Casa Blanca, tan lejana y misteriosa como El Castillo. Daniel, crecientemente enojado e indignado, se toma el trabajo de navegar todos los garabatos legales y burocráticos con los que se ha tapado la sombría verdad. Adam Driver da una actuación intensa y magnética sin caer en los clichés melodramáticos de este tipo de papeles.
Como en cualquier otra producción de Soderbergh, el elenco es de un calibre y diversidad envidiables: Jon Hamm, Corey Stoll, Ted Levine, Tim Blake Nelson, Maura Tierney y Michael C. Hall entre otros. Todos buenos actores confinados en sus líneas de diálogo y sin mucho espacio para otra cosa. Quizás porque se parece tanto a otras películas sobre investigación periodística, o simplemente porque las fechorías de la CIA son vox populi, que la película nunca tiene la urgencia que el tema merece y la potencia de su impacto se diluye. Reporte clasificado representa un esfuerzo noble e inteligente pero demasiado genérico para su propio bien.