En la línea de famosos thrillers políticos de la década de 1970 (Todos los hombres del presidente, Los tres días del cóndor), Reporte clasificado es una contundente película de denuncia inspirada en hechos reales. Daniel J. Jones (el prolífico y “todoterreno” Adam Driver) es el héroe menos pensado, un tipo común que en circunstancias extraordinarias se enfrenta al sistema (nada menos que a la CIA y al gobierno).
La senadora demócrata Dianne Feinstein (Annette Bening) le asigna a Jones la investigación de un programa secreto creado durante la administración de George W. Bush tras los atentados sufridos el 11 de septiembre de 2001. No es spoiler (porque el film aborda el tema ya en sus primeros minutos) indicar que los procediminentos autorizaban la tortura psicológica y física a los prisioneros para obtener confesiones y justificar también puertas adentro el generoso presupuesto disponible.
Pero aunque el tema de la tortura recorre el film (Reporte clasificado se conecta en ese sentido con el documental Standard Operating Procedure, de Errol Morris), el eje tiene que ver con los dilemas éticos y morales, con la obsesión del protagonista para prácticamente abandonar su vida personal y dedicarse durante más de cinco años en un sótano sin ventanas a llegar a la verdad.
Riguroso, preciso, inteligente, descarnado, impiadoso (pero por momentos un poco arduo por lo ambicioso y minucioso del relato), este primer largometraje como director en Hollywood del cotizado guionista Scott Z. Burns (habitual colabordor de Steven Soderbergh) desnuda las mentiras, hipocresías y excesos de la CIA, pero también exalta los mecanismos de control que tiene una democracia republicana para, a partir de la división de poderes, evitar abusos inadmisibles incluso en los peores momentos de crisis.