Esta potente y rigurosa película centrada en la investigación del Senado norteamericano respecto a las torturas cometidas por la CIA tras el atentado a las Torres Gemelas tiene como gran protagonista a Adam Driver, acompañado por Annette Bening y Jon Hamm, entre otros.
Un posible título para esta crítica –aquí las críticas ya no llevan título me temo, pero igual– podría ser: “El alumno superó al maestro”. O, más bien, “el guionista que se superó a sí mismo”. En el mismo año se estrenaron, con pocos meses de diferencia, dos películas escritas por Scott Z. Burns, ambas con destino norteamericano de servicio de streaming: LA LAVANDERIA, dirigida por Steven Soderbergh (Netflix) y REPORTE CLASIFICADO, que en los Estados Unidos va por Amazon y que Burns dirigió sobre guion propio. Lo curioso es que son dos películas de investigación sobre temas políticos recientes y relevantes, pero ambas son muy distintas en tono y ejecución. Allí donde el film sobre los Panamá Papers era una suerte de sátira que apuntaba a la burla y a la parodia para criticar ese escándalo económico, aquí Burns va por un camino muy diferente: clásico, ortodoxo y mucho más efectivo.
El tema “candente” de REPORTE CLASIFICADO son las torturas a las que los militares y la CIA sometieron a sospechosos de terrorismo luego del atentado a las Torres Gemelas. El film, que se narra en dos tiempos, sigue la investigación que un joven Daniel Jones (Adam Driver, que actúa al parecer en 20 películas por año) hace acerca del tema para el Comité de Inteligencia del Senado, internándose durante lo que terminan siendo años en una oscura oficina ubicada en un subsuelo de la CIA revisando memos, papeles y otros materiales para determinar responsabilidades de los horrores cometidos durante el Programa de Detención e Interrogatorio de esa agencia. En paralelo, la película va haciendo flashbacks a los hechos que tuvieron lugar en los días, meses y años inmediatamente posteriores al 9/11 mostrando cómo se fue implementando ese programa de torturas y cómo luego se fue negando y escondiendo del conocimiento, no ya del público, sino de los propios políticos estadounidenses.
La película, que será apreciada más por los que conozcan y se interesen mucho en el tema, es muy precisa y específica (casi demasiado, como si el cine tuviera la misma obligación de ser 100% idéntico a los hechos y hasta los diálogos) pero con momentos verdaderamente apasionantes. No hay ni grandes persecuciones ni amenazas, y si se la compara con los clásicos del género de los años ’70 como TODOS LOS HOMBRES DEL PRESIDENTE (acaso el gran modelo) es seca y dura como una larga nota de investigación de la edición de domingo de un diario. Pero lo que se juega es –en estos momentos políticos– realmente clave y tiene que ver con las responsabilidades de los gobiernos que cometen actos ilegales.
A lo largo de la investigación de Jones surgirán varios ejes narrativos ligados a distintos delitos cometidos en nombre de la Seguridad Nacional. Y así, mientras la mayoría de sus jefes y colegas, por distintos motivos, abandona el barco con el correr de los años, el hombre se pasa más de seis investigando para finalmente toparse con problemas de índole de conveniencia política: aún teniendo razón y habiendo descubierto terribles verdades, ¿es políticamente conveniente hacerlas públicas? ¿No se pondrá en riesgo a personas aún activas en investigaciones? Esa es una de las grandes preguntas de una película que plantea otras igualmente interesantes, ligadas a los métodos de investigación de Jones (no todos completamente correctos en términos legales) y a la propia lógica de los actos de tortura.
Es que la CIA no niega que existieron los interrogatorios ilegales sino que dice –como parecía indicar también la película ZERO DARK THIRTY, de Kathryn Bigelow, que aparece aquí como parte de la trama– que sirvieron, que cumplieron su cometido y que eso los vuelve justificables. Jones asegura que no sirvieron y está dispuesto a probarlo. La película puede ser algo gris y ardua de seguir pero los temas son tan apasionantes –y el elenco por lo general excelente, incluyendo a Annette Benning, Jon Hamm, Corey Stoll, Michael C. Hall y Matthew Rhys, la mayoría de ellos de fama ligada a muy buenas series televisivas, incluyendo al propio Driver– que se sigue con mucho interés. De hecho, cuando Burns intenta volverse más clásicamente “cinematográfico”, como en la recreación de algunas escenas de tortura, la película bordea la innecesaria crueldad.
En su primer trabajo grande como director, Burns puede no tener tan en claro el manejo de los recursos cinematográficos como sí los tiene en el terreno del guion (el hombre escribió un episodio de la saga BOURNE y varios films de Soderbergh, generalmente relacionados con investigaciones, como CONTAGIO y EFECTOS COLATERALES, así como las más paródicas y menos efectivas EL DESINFORMANTE y LA LAVANDERIA), pero sí tiene la convicción de estar entregando una película seria, intrigante, por momentos poderosa e indudablemente relevante, especialmente al estrenarse en medio del impeachment del presidente de los Estados Unidos por temas también ligados a la ética de las relaciones internacionales. ¿Casualidad? No lo creo.