El 9 de Septiembre de 2001 ocurrió un hecho terrorista que no dejó indiferente a nadie. Las consecuencias del incidente repercutieron mucho más allá de los Estados Unidos, afectando todos los frentes imaginables.
Todo lo que se escriba sobre ello y la respuesta del país del Norte es, fue y será analizado con lupa. Reporte Clasificado cuenta una historia sobre las consecuencias de esa respuesta, una de esas historias que tristemente y durante mucho tiempo los gobiernos no deseaban que se supieran, volviendo al dilema de su difusión una cuestión dramática lo suficientemente llamativa para contarla cinematográficamente.
Secretos de Estado
Si bien la película es clara en señalar lo ético e innecesario de la tortura (y en términos más generales, cualquier respuesta de la violencia mediante la contra-violencia), más el riesgo que se corre al no exponerla, Reporte Clasificado tiene la contra de que a veces adquiere tintes demasiado autóctonos.
A ello debemos sumarle que no se conoce mucho de la vida del personaje por fuera de su trabajo como analista de la CIA. El conflicto está, eso es innegable, pero el drama no es fuerte. Si eso no es fuerte, uno no puede evitar pensar si la ficción era el mejor formato para contar esta historia. Un aspecto acentuado por la falta de desarrollo emocional del personaje, detalle que le hubiera permitido al espectador involucrarse más con la historia por fuera de su nacionalidad.
Adam Driver se ratifica como uno de los mejores actores de su generación al darle vida a este apasionado y obsesivo analista de la CIA: si la película consigue que un espectador foráneo se involucre con una historia tan autóctona es, en gran parte, por las emociones que trae Driver a la mesa.
Lo apoya hábilmente Annette Bening en el rol de una senadora de pocas pulgas, cuyo porte austero la hace lo más destacable del elenco de secundarios. El juego de opuestos y a la vez complemento entre ellos sobresale a nivel interpretativo.
Jon Hamm, aunque no llega a brillar tanto como sus co-protagonistas, da vida con mucho oficio al frío e indiferente oficial gubernamental que desea que estas torturas sigan siendo un secreto. La simple reacción que le imprime a su personaje al descubrir la información de unas cifras de muertos, es un instante de sutileza que muestra un logrado resultado y la valentía del actor al elegir un personaje real para nada simpático.
En materia visual, el film tiene ricas composiciones de cuadro aprovechando sonoramente no solo los edificios históricos de Washington, sino también la arquitectura moderna que circunda la ciudad. Los planos son fijos, con una iluminación fría, en absoluto contraste a la dramatización de las torturas que es fotografiada principalmente con cámara en mano y una iluminación cálida, casi quemada. El montaje y sonido son prolijos y funcionales en lo indispensable a la historia.