El 27 de junio de 1976, un vuelo de Air France partió desde Tel Aviv sin que ninguna de las 248 personas a bordo supiera que entrarían en la historia. El avión fue secuestrado por cuatro individuos –tres hombres y una mujer– que ordenaron aterrizar la nave en Entebbe, Uganda, con la idea de cambiar rehenes por presos palestinos.
Conviene no dar muchos detalles de lo que ocurrió después. Primero, porque la información está disponible en Internet, ya que el hecho marcó una bisagra en la seguridad aeroportuaria y en la forma de encarar negociaciones con secuestradores de las grandes potencias. Pero además porque Rescate en Entebbe –traducción local del menos revelador Entebbe– apuesta a crear suspenso alrededor de ese desenlace. Que lo logre o no, esa es la cuestión.
El film del brasileño José Padhila (Tropa de élite) se divide en dos grandes bloques articulados a través de un montaje paralelo. Por un lado, el secuestro, las vivencias previas del grupo encabezado por Wilfried Böse (Daniel Brühl) y Brigitte Kuhlmann (Rosamund Pike) y la tensión creciente con los rehenes a medida que avanzan los días. Del otro, la cocina de una respuesta dentro del núcleo del gobierno israelí, con voces a favor de negociar y otras de la mano dura y la represalia.
El problema con todas esas vertientes es que falta un hilo que las una. Padilha había dirigido la remake de Robocop con pulso y ritmo, algo que aquí se ve a cuentagotas en las escenas de acción. Sucede que el film está más cerca de la adustez de las biopic que suelen ganar Oscar que de la tensión de un thriller, como si se tratara de un documental histórico con la recreación como centro. Una película que, para colmo, cierra con una placa sobre la importancia del diálogo para la paz, pero que le interesa más escuchar a los israelíes que a los terroristas y ugandeses.