Rescate en Entebbe

Crítica de Rodrigo Seijas - Fancinema

ESTÁTICA DISCURSIVIDAD

Con un puñado de series y películas, el brasileño José Padilha ha conquistado una gran dosis de consenso entre buena parte del público y la crítica, lo cual es un tanto difícil de justificar: las dos partes de Tropa de elite y la serie El mecanismo, por citar algunos ejemplos, son creaciones atravesadas por una torpe discursividad, donde todo se explica, la bajada de línea política es absolutamente superficial y hasta intervienen decisiones narrativas que rozan el miserabilismo. En cuanto a la remake de RoboCop, aparece como un híbrido dentro de su filmografía, una película definitivamente pretenciosa pero inofensiva, en la que se nota demasiado que el director se vio condicionado por los mandatos (y temores) de los ejecutivos hollywoodenses.

Rescate en Entebbe es una nueva confirmación de la incapacidad de Padilha para construir un discurso político que sea contundente y a la vez sutil. En este caso, basándose en los eventos reales de 1976 alrededor del secuestro de un avión de Air France que iba rumbo a Tel Aviv, perpetrado por el Frente Popular para la Liberación de Palestina y las Células Revolucionarias. El avión fue desviado al aeropuerto de Entebbe –en la Uganda en ese entonces gobernada por el dictador Idi Amin-, con los pasajeros mantenidos como rehenes durante una semana mientras se llevaba a cabo una tensa negociación entre los terroristas y el gobierno israelí, hasta que todo culminó con un famoso operativo de salvamento realizado de urgencia por el ejército israelí. Esos siete días donde todo parecía a punto de estallar, con el nerviosismo escalando en todas las partes involucradas –que eran, definitivamente, más de dos-, son retratados por el film no solo con bastante ingenuidad política, sino también con escasa complejidad formal.

La película alterna entre dos puntos de vista elementales, condicionados en buena medida por los espacios que ocupan: por un lado, los secuestradores –particularmente los alemanes Brigitte Kuhlmann y Wilfried Böse, interpretados por Rosamund Pike y Daniel Brühl, respectivamente-, llevando a cabo con éxito el secuestro del avión y luego aguardando por los resultados de las negociaciones en el aeropuerto; y por otro, las cabezas del gobierno israelí, con especial énfasis en el Primer Ministro Yitzhak Rabin (Lior Ashkenazi) y el Ministro de Defensa Shimon Peres (Eddie Marsan), quienes desde las oficinas gubernamentales se debatían entre negociar con los palestinos y armar una operación relámpago, con los costos que cada una de las opciones implicaba. Pero lo que podía ser apasionante, a partir de todo lo que se ponía en juego en un contexto sociopolítico de gran inestabilidad, termina siendo extremadamente parsimonioso y hasta aburrido: el relato está atravesado por un gran estatismo, con varias mesetas narrativas y signos de parálisis que muestran indecisiones profundas en la edición para el seguimiento apropiado de los acontecimientos. Vale la comparación, por caso, con los primeros minutos de Munich, de Steven Spielberg, o la reciente 6 days, dos films también basados en tomas de rehenes ocurridas durante los setenta que aprovechan al máximo las oportunidades que brinda el montaje paralelo para la creación de tensión desde lo espacial.

Quizás la clave pase por la mirada definitivamente occidental que tiene Rescate en Entebbe, que por algo se interesa más que nada por los dilemas éticos y morales que enfrentan los personajes de Pike y Brühl. En esos dos personajes es donde el film consigue algo –solo un poco- de profundidad, a partir de cómo interpela el accionar de los simpatizantes europeos de la causa palestina, aseverando (no muy sutilmente) que nunca se comprometieron a fondo porque tenían poco y nada para perder, y solo estaban impulsados por la típica culpa burguesa. Aún así, en los minutos finales entra en un nivel de trazo grueso alarmante, cuya máxima expresión es una conversación telefónica imaginaria que tiene Pike con un compañero de lucha que roza lo risible. En cuanto a las visiones de palestinos e israelíes, la película no aporta nada sustancial, porque lo que se impone es un tono sentencioso y cómodamente distanciado, que nunca llega a trabajar de manera sustancial las motivaciones que impulsaban a los distintos bandos.

A la hora del estallido, cuando todas las cartas quedan sobre la mesa y surge una pequeña chance de que el movimiento aporte algo de complejidad aunque sea desde la violencia de los hechos, Rescate en Entebbe vuelve a recurrir a la discursividad banal y las metáforas superficiales. Así, el film desperdicia su última oportunidad de generar interés sobre un suceso que reflejó características de una época que aún hoy tienen continuidad. Una vez más, el cine de Padilha, detrás de sus manierismos visuales y bajadas de línea biempensantes, muestra una carencia absoluta de ideas consistentes sobre el mundo y sus dinámicas.