La desconcertante quinta película de Leo Damario es una auténtica rareza en la que se cita a Anna Karina y Siddhārtha y en donde se intenta explorar el caótico mundo de los sentimientos y el deseo en el universo del cine
Después de despedir a su exesposa, Eva camina por una hermosa Buenos Aires nocturna y se encuentra en plena madrugada con una periodista que dio a conocer públicamente el escándalo amoroso que la aqueja. Eva es una famosa directora de cine. Sin explicación alguna, se encuentra con una vieja amante que sale de una noche de reviente: se besan, van a un casino y luego la deja en su casa. De inmediato, Eva visita en su departamento a la productora de sus películas, cuyo marido se fue con la exesposa de Eva, que además está embarazada. A continuación, Eva sale de una pileta con un lucido traje de baño y se une a un grupo de meditación. La guía espiritual la mira y le dice: “El Tao de Buda está adentro”.
El principio de arbitrariedad es probablemente el fundamento del neocine. Al comienzo, Resentimental apela a una curiosa cita de autoridad: la neolengua de George Orwell. La simplificación del lenguaje postulada en 1984 se explica así en la película: “Muy sentimental = Resentimental”. Dada la singularísima concepción elíptica y de montaje que tiene Leonardo Damario es posible que Resentimental sea la primera experiencia en neocine. Las peripecias del relato siguen una lógica de simplificación en la que el raccord ya no interesa. La escena descripta más arriba es un buen ejemplo de esta poética.
El centro del relato es el desesperado encuentro en un restaurante en el que Eva y su futura exesposa discuten sobre el final de un matrimonio fugaz. Eso da lugar a un sinfín de flashbacks que muestran detalles de ese amor y de la vida de Eva. La puesta en abismo es un recurso cinematográfico legítimo, pero acá el abismo tiene más que ver con un farragoso deseo de contar. Hasta hay, en los títulos finales, un adelanto de un nuevo film que sintetiza su argumento e intención en cinco minutos.
Resentimental tiene de todo: chistes groseros, sensiblería, anécdotas cancheras, erotismo de bajísima intensidad, citas cinéfilas, una pizca de incesto, varias frases en inglés y una cantidad de sentencias acerca de la vida. La irrealidad de la trama alcanza su paroxismo en la escena en la que los intérpretes están sentados en padmasana al lado de la pileta. Inofensivo cuento de ricos que quiere ser una invocación a la piedad y está más cerca del ridículo.