LA INCERTIDUMBRE DEL DESPUÉS
Un documental sobre Fabricio Oberto, uno de los referentes de la denominada “Generación Dorada”, la camada más exitosa de jugadores que tuvo el básquetbol argentino en su historia, no parecía la mejor invitación para uno, un poco ajeno a los chauvinismos. Imaginaba apología de la nostalgia, celebración irreflexiva del pasado, triunfalismo y un toque de nacionalismo. Sin embargo, Reset: volver a empezar, la película dirigida por Alejandro Hartmann, es algo bien distinto, es un viaje honesto al interior de un deportista que estuvo en la cima y atraviesa el crítico momento del después, del ya no ser el que era y tratar de encontrar un destino. Sorpresivamente y sin caer en la sensiblería, la película emociona porque encuentra en Oberto al personaje ideal. Oberto es el que todavía sufre un poco la despedida, el que no sabe bien qué camino tomar a pesar de tomar muchos caminos: escalar el Aconcagua, recorrer el desierto en moto, dar clínicas de básquet, comentar partidos para la televisión, cantar en una banda de rock.
El título, Reset, tiene varias aristas: la más directa, el propio reseteo que sufrió el corazón de Oberto cuando se sometió a tratamientos médicos por una arritmia. Pero ese reset es también el punto en el que el protagonista intenta volver a empezar, como lo indica el subtítulo. Y si bien el documental se centra en Oberto, recorre tímidamente su biografía, es en verdad una suerte de road movie, el viaje del ex jugador (“nunca sos un ex deportista, sos un deportista sin actividad” dice Oberto que alguna vez le dijo el comentarista y ex futbolista Quique Wolff) por Argentina y Estados Unidos para reencontrarse con sus ex compañeros de selección: Alejandro Montecchia, Carlos Delfino, Hugo Sconochini, Pepe Sánchez, Luis Scola, Chapu Nocióni, Manu Ginóbili son algunos de los que van trazando el mapa de la película. Lo interesante es que una vez que comienzan los reencuentros, el reseteo se hace masivo y diverso, y cada uno de los protagonistas confesará que atravesó el retiro de diferentes maneras. Está el que descubrió otro deporte (Sconochini), los que siguen ligados al básquet aunque añoran no jugar más o los que sorpresivamente, como Nocioni (un jugador temperamental), aseguran que no extrañan nada y parecen tener la capacidad de hacer consciente el proceso y tomar distancia de lo que alguna vez fueron. “Se dice que el deporte es salud. El deporte de alta competencia no es salud”, ironiza Nocioni. Y ahí la charla deriva sobre los dolores que mantienen sus cuerpos curtidos, las articulaciones que no dan más. Muestran las heridas, como Mel Gibson y Renné Russo en Arma mortal 3.
En cada encuentro de Oberto con sus ex compañeros se observa una gran química, que es indudablemente la base de los grandes equipos, pero también la honestidad de cada uno, incluso la tranquilidad con la que logran mirar por el espejo retrovisor. Para el deportista de élite, sobre todo para el que logró éxitos resonantes, hay un doble proceso que debe ser muy doloroso y que es inimaginable para el que no lo experimentó (ni lo podrá experimentar jamás): el momento del adiós. No solo se dice adiós a la actividad que se eligió como medio de vida, sino también a la gloria de haber estado en la cima. Por eso haber elegido a Oberto para ser eje en este documental fue una gran decisión: lejos de la sanación espiritual banal, Oberto se muestra inquieto, activo pero inseguro, angustiado pero decidido. De alguna manera aquella energía de la máxima competencia se reconvierte en otra cosa. Buscar, indagar, experimentar. Nunca quedarse en el banco mirando el partido desde afuera.