“¿Con quién compito?”, pregunta Fabricio Oberto casi al comienzo de este documental que él define “sobre atletas y deportes. Atletas retirados”. Por ahí va la cosa: ¿cómo enfrenta el retiro, cómo “domestica los monstruos” alguien que solo conoce un modo de vivir? Por ejemplo, los miembros de la Generación Dorada del básquet argentino. Pero no se trata de un reportaje pesaroso, sino de una linda serie de recuerdos, reencuentros, paseos y alegrías, con centro en la singular experiencia del defen-
sor jarillense, tres veces “reseteado” en un quirófano texano.
El corazón lo obligó a irse de la exigente NBA, pero le deja salir a pescar con don Rubén Magnano, el hombre que llevó a la Generación hasta el Olimpo, jugar de nuevo en el Atenas de su adolescencia, andar en moto por el desierto del Sahara, integrar un grupo musical, subir al Aconcagua, entrenar a los nuevos, tener un espacio radial, estar con su familia y visitar a los compañeros de aquel equipazo, algunos de los cuales ya acusan los dolores de tantas temporadas. “El deporte es salud. El deporte profesional no es salud”, bromea Nocioni. Ahí están Sánchez, Delfino, Scola, Wolkowski, Montecchia, Sconochini, y particularmente Ginóbili. Limpia, fuertemente emotiva, la despedida que la hinchada del San Antonio Spurs le dedica a Ginóbili, el hermoso discurso de agradecimiento que le brinda Oberto, y el “Olé, olé, olé, Manu, Manu”, cantado por todo el estadio lleno de norteamericanos. Linda película. El documentalista Alejandro Hartmann debería filmar más seguido.