Detrás de la acción, nada
Un filme de impacto visual, su único atributo.
La cuarta entrega de la saga de Resident Evil da por tierra con la idea de que todo filme de acción, con imágenes impactantes, al menos entretiene. En esta película cualquier cosa es posible, menos encontrar una idea ingeniosa. Mucha libertad creativa, perfecto, pero que sólo sirve para destacar la falta de creatividad. Entonces, la módica diversión del espectador, que ni siquiera puede esperar suspenso, queda supeditada a la resolución visual en 3D. Y el cine, aun el pochoclero, debería aportar algo más. Para el mero deslumbramiento visual, mejor el videogame: al menos tiene un componente lúdico, aspecto que en este producto no aparece.
Alice (Milla Jovovich), la protagonista, ha sobrevivido a la liberación del virus T, la siniestra Corporación Umbrella y el apocalipsis, y sigue buscando sobrevivientes en un mundo plagado de zombies y seres malignos. Nada más. Personajes sin dimensión, trama chata y previsible, peleas con mucho vuelo (no artístico sino físico) y una apuesta menor: impactar al espectador a través de ampulosas y violentas cabriolas en slow motion y lanzamientos de armas filosas hacia los ojos del espectador, a través del efecto tridimensional y la tecnología más sofisticada. Algunos hablan de “tecnoadrenalina”, aunque también sería pertinente hablar de “tecnoaburrimiento”.
El realizador vuelve a ser el de la primera película, Paul W.S. Anderson, quien sólo se destaca en algunas alusiones a otros filmes de terror/acción/ciencia ficción, o en ciertos toques de humor, donde demuestra que ni él se toma en serio a la película (valga como atenuante). La línea narrativa es paupérrima. Los combates, que cansan por incesantes y repetitivos, ostentan que Resident es deudora (seamos benignos) de Matrix .
Al margen de las escenas vistosas, y de las bromas -por ejemplo, a Hollywood y a los productores de cine-, la historia se centra en el rescate de Alice a un grupo de sobrevivientes atrapado en la terraza de un edificio. Ella debe aterrizar ahí con una avioneta. Después, ya no podrá volver a despegar. No, por lo menos, con todos los que le ruegan salvataje.
Los sobrevivientes están atrincherados en una gran prisión. Desde ese bastión, lucharán por salir y alcanzar un barco libre de infectados: afuera los acecha una multitud de zombies. Así, a pura lucha, transcurrirá la película, que no provoca empatía ni demasiado temor. Perdón. Lo provoca: cuando en el final nos recuerda claramente que se viene la quinta. ¿Otros 100 minutos de agitada chatura?