El cansancio de Alice
Si hay algo que no se le puede reprochar a Paul W.S. Anderson es la claridad de ideas en lo que respecta a lo que el señor considera como “rasgos generales” de las adaptaciones cinematográficas de videojuegos: el realizador y guionista ha controlado la franquicia de Resident Evil desde la primera entrega y ha volcado siempre el combo hacia un retrato extremadamente fiel para con la estructura prototípica, los recursos narrativos, la parafernalia visual y todas aquellas características de “inmersión lúdica” que privilegian las consolas en boga en la actualidad y las mega propuestas en primera persona en particular.
El problema principal de la saga radica en este intento de traslación fundamentalista, casi sin modificaciones: los films siguen el derrotero de la eterna Alice (Milla Jovovich) padeciendo la misión de turno, pasando los niveles uno a uno y finiquitando en la puerta de entrada al próximo capítulo. Por suerte la buena voluntad de Anderson lo llevó a tratar de “incrustar” un poco de humor y un mínimo desarrollo de personajes entre tantos entornos plagados de CGI que pretenden ofrecer una versión hipertecnológica del clásico apocalipsis zombie y sus alternativas de escape según el modus operandi del momento de la heroína.
Uno no puede vapulear en conjunto una película tan sinceramente comercial como Resident Evil 5: La Venganza (Resident Evil: Retribution, 2012) pero tampoco podemos dejar de señalar que rankea en punta como la más fofa e intrascendente de la serie, un convite clase B de corto alcance -como cabía esperar de antemano- aunque en esta oportunidad desapasionado y carente de novedades significativas. La historia por décima vez presenta a Alice capturada por la Corporación Umbrella y sometida a torturas con vistas a controlar y/ o expandir los límites concretos de la plaga viral de los engendros de tendencia caníbal.
A diferencia de la tercera parte, sin lugar a dudas la más “cinematográfica” de todas gracias a la decisiva intervención detrás de cámaras del australiano Russell Mulcahy, la obra en cuestión cae por debajo de la cuarta entrega y parece pedir a gritos que la siguiente se convierta definitivamente en la “batalla final” por la tierra. La reaparición de la Reina Roja, el simulador de capitales de Umbrella y la hilarante multiplicación de puntos azarosos en donde los protagonistas recuperan armamento y “vida” constituyen elementos banales que ya no pueden ocultar el cansancio de la saga, hoy sólo capaz de despertar indiferencia…