Un filme chato y aburrido solo para fanáticos
Pura redundancia en el supuesto capítulo final de la saga Resident Evil. Basado en el popular videojuego, resulta un filme chato y aburrido. Sólo para fanáticos.
Lo único meritorio en esta sexta entrega de Resident Evil, es su mímesis con la experiencia gamer: la cámara acompaña siempre a Alicia (Milla Jovovich), que debe sortear obstáculos para llegar del punto A al punto B, liquidando niveles.
El problema no es menor, ya que el único propietario del joystick es su director, Paul W.S. Anderson (a quien rogamos no confundir con Paul Thomas Anderson, autor de obras supremas como Magnolia, The Master o Inherent Vice). Por lo tanto, ver Resident Evil equivale a ver jugar al propietario codicioso de una consola, y eso no tendrá relación alguna con el pacto cinematográfico.
Los rostros de los actores cuentan con el mismo repertorio de una publicidad de desodorante, mientras que la imagen adquiere un tono plástico y lavado, evocando las animaciones que introducen los niveles de un videjuego. La historia macro es de una pobreza indignante y la conducta de los personajes, menos sofisticada que la de un hámster.
Para los que no vieron los cinco largometrajes previos, la misma película hará un racconto de todo lo sucedido, como el previously de una serie pero más tosco, enumerando los periplos de Alicia desde que la encuentran en El Panal hasta la revelación de su identidad. Así que el espectador desprevenido que se metió por error a la sala ni siquiera tendrá que chequear de qué va el asunto en Wikipedia.
Resident Evil: Capítulo final contiene los ingredientes que ya nos vienen mostrando: clones y zombis hiperkinéticos. No sólo humanos, también hay perros zombis y hasta dragones zombis.
Los héroes llevan consigo un dispenser infinito de balas y en momentos cruciales se encuentran con cuchillos, linternas o computadoras que los sacan del apuro.
El escenario es un mundo devastado, con un total de cuatro mil sobrevivientes que se cruzan en las carreteras desérticas como si fuese el pasillo de una pensión. Alicia va convenciendo a otros camaradas para que se sumen a su cruzada, y así uno a uno irá cayendo, más por deseo de mostrar sangre que por compromiso narrativo.
Las vueltas de tuerca del último tramo son insultantes y todo el paquete vendrá editado con una impericia videoclipera que sumado a los lentes 3D genera un masoquista dolor de cabeza.
Definitivamente, resulta una película sólo apta para fanáticos de la saga.