Quiéranlo o no, Resident Evil es la franquicia basada en un videojuego más exitosa de todos los tiempos. Quince años de reinado y seis películas en su haber, han habido mil y una discusiones sobre la fidelidad con la que ha tratado a la historia de las plataformas, pero lo que es indudable es la capacidad de haberse mantenido en boca de todos, ya sea en forma positiva o negativa. El momento tan esperado finalmente ha llegado, el broche que concluye la historia de la aguerrida Alice y compañía. Como fanático acérrimo de ella y la imponente Milla Jovovich, que es la columna vertebral de este nuevo mundo inventado, no puedo expresar más que decepción frente a esta sexta entrega, que prometía demasiado y no pudo cumplir con las expectativas que la misma saga generó.
Sabemos que estamos en problemas cuando la ya marca registrada de la casa, el prólogo inicial donde se resume todo para los espectadores casuales, reescribe lo que se ha visto hasta ahora con un sólo objetivo: introducir a la pequeña figura de la Reina Roja, interpretada por Ever Gabo Jovovich-Anderson en su debut cinematográfico. Sí, el retoño del director Paul W.S. Anderson y la protagonista. Su presentación es un factor conflictivo, que tira por la borda la poca credibilidad que tenía la saga por puros motivos nepotistas. El clavo final es presenciar después la introducción de una devastada Washington D.C., donde supuestamente iba a tener lugar el último bastión de defensa de la humanidad. En un borrón y cuenta nueva inmenso, de esos a los que la franquicia nos tiene acostumbrados, esa batalla no sucede y en cambio tenemos a Alice corriendo por su vida y a la Reina Roja presentando la tarea del día: conseguir un antivirus en menos de 48 horas antes de que los últimos vestigios de humanidad desaparezcan de la faz de la Tierra.
Anteriormente, Paul Anderson ha sido perdonado mil y una vez por sus ligeros guiones compensando con explosivas escenas de acción que hacían levantar a uno el puño con fervor. Esta vez no son suficientes las jugosas revelaciones respecto al pasado y presente de Alice para compensar la desprolijidad del producto terminado. El nivel de producción técnica está al tope, pero las escaramuzas entre humanos, zombies y soldados de Umbrella no tienen pies ni cabeza. La edición, otrora a cargo de Niven Howie, ahora queda pobremente en manos de Doobie White. Prácticamente no se entiende nada de lo que pasa y provoca fatiga mental el intentar dilucidar qué está sucediendo en pantalla. Es triste, porque el director ha entregado momentos memorables para la franquicia. Siendo la película más larga en duración, The Final Chapter se vive como si alguien se hubiese apoyado en el control remoto y acelerado la película un par de niveles. Así no se puede disfrutar plenamente de la acción y la historia, y deja un regusto bastante amargo en el espectador, sobre todo en aquel asiduo a la saga que tanto esperó este momento. El único punto donde la película se permite darse un respiro es en una tensa escena donde el grupo de sobrevivientes intenta sortear un obstáculo muy filoso. Es una de las mejores secuencias que tiene para ofrecer, pero no basta para subsanar otras situaciones deplorables. No miento cuando digo que es una de las producciones con mayores errores de continuidad que he visto en la pantalla grande, tan evidentes que a veces da vergüenza encontrarlos.
Pero aquí y allá, la película funciona, escasamente pero funciona. Jovovich lo entrega todo como siempre interpretando a Alice, combativa como nunca pero cansada de este viaje, y con una última misión que podría ser decisiva para la supervivencia humana. Hay caras conocidas que vuelven, pero pocas. Ali Larter hace lo que puede con lo poco que tiene para hacer Claire Redfield, donde no tiene su momento de brillar como en anteriores entregas. Iain Glen regresa como el némesis final -apenas pregunten por qué- y se nota que disfruta la villanía, un traje que le sienta muy bien. El resto, bien gracias.
Resident Evil: The Final Chapter es un cierre muy frustrante, que tiene respuestas que se buscaron durante mucho tiempo, pero enterradas en toneladas de frenetismo puro y mucha pero mucha intensidad. De haber tenido otro tratamiento, encontrando un balance entre el slow motion y la acción borrosa, el resultado hubiese sido completamente diferente. Anderson se traicionó a si mismo y sus decisiones pueden verse en pantalla. Hubiese deseado con toda el alma que la saga se despidiese a lo grande, pero no es el caso. Es la segunda vez que Alice se retira del mercado zombie. ¿Podrá volver una vez más y redimirse? El tiempo y Hollywood lo dirán.