Fiel a su estilo, la saga Resident Evil acaba con un festín de acción, tiros, explosiones y efectos especiales que intentan distraernos de su incoherente guión.
A pesar de no adaptar bien la saga de videojuegos que le da nombre (para decepción de los fans), la franquicia cinematográfica de Resident Evil tiene una cierta simetría con su homólogo gamer. Así como los primeros juegos comienzan en un muy buen nivel apostando al género survival horror; la primera película de la franquicia (Resident Evil, 2002) se planteaba como un film de terror con muchos zombies, sangre y una saludable dosis de tiroteos. Con cada nueva entrega la saga (tanto en el cine como en las consolas) fue mutando y deformándose —como si quisiera parecerse a una de las armas biológicas de Umbrella— hasta que devino en un pastiche de acción sinsentido con una trama que no tenía pies ni cabeza. Así y todo Paul W.S. Anderson (Mortal Kombat, 1995 y Event Horizon, 1997) pudo imprimirle su impronta de acción violenta y vertiginosa, y un gran despliegue de parafernalia visual para disimular el vacío de la historia.
La historia de la protagonista, si bien toma ciertos elementos y personajes del lore de Resident Evil, logra construir una aventura nueva que se va diluyendo en su propuesta poco profunda, pero entretenida. No es nada fácil establecer una franquicia de acción de dudosa calidad, un placer culposo para disfrutar sin esperar nada especial. Pese a que ninguna de las películas anteriores cosechó buenas críticas, siempre se las arreglaron para llevar gente a las salas y convertirse en grandes éxitos comerciales. En esta nueva entrega (que promete un cierre de la saga) Anderson nos vuelve a dar más de lo mismo, pero con un argumento que colapsa sobre sus propias flaquezas y contradicciones con lo establecido en films anteriores.
Alice (Milla Jovovich) despierta en los escombros de lo que quedó de Washington D.C después de una batalla épica —que no pudimos ver—. Todo lo acontecido en la quinta entrega (Resident Evil 5: Retribution, 2012) fue un engaño orquestado por Albert Wesker (Shawn Roberts) y la Corporación Umbrella para reunir a gran parte de sus enemigos en un mismo lugar y liquidarlos. Ahora, la humanidad está al borde la extinción y depende de Alice, Claire Redfield (Ali Larter) y un minúsculo grupo de sobrevivientes encontrar la cura para el Virus T y diseminarla en el aire para acabar con los millones de zombies y monstruos que abundan en el mundo y darle una oportunidad a la raza humana. Alice deberá volver a donde todo empezó: La Colmena, la base más importante de Umbrella que se encuentra enterrada en el cráter humeante que alguna vez fue Racoon City con el apoyo de sus aliados y la Reina Roja, una inteligencia artificial que maneja todo en Umbrella. En su camino se interpondrá el Dr. Isaacs (Iain Glen), ahora renacido como un clon religioso y obsesionado con la limpieza bíblica del mundo.
La franquicia de Resident Evil no se toma demasiado en serio a sí misma y por eso termina resultando un entretenimiento bastante pasatista, pero no por eso hay que exculparla de sus errores. La película comienza sin brindarnos ninguna respuesta sobre el paradero de personajes como Leon Kennedy (Johann Urb), Jill Valentine (Sienna Guillory) o Ada Wong (Bingbing Li) que al final de Retribution estaban listos para combatir junto a Alice. Tampoco sabemos nada de Chris Redfield (Wentworth Miller), que desapareció de la historia desde la cuarta entrega (Resident Evil: Afterlife, 2010). En su lugar Alice está rodeada de un grupo de personajes desechables que desde el momento en que uno los ve, ya sabe que van a morir, en que orden y cuál de todos es el traidor.
Por otra parte queda la manera confusa en que la Corporación Umbrella se maneja. Supuestamente el apocalipsis zombie fue un plan diseñado y orquestado por ellos para limpiar al planeta y posteriormente repoblarlo a su imagen y semejanza, con aquellos que consideran dignos. Entonces no termina de quedar en claro porqué el Virus T se esparció por accidente y ellos intentaron contener y evitar la infección a toda costa.
El plan de la Reina Roja tampoco tiene mucho sentido. Traiciona a Umbrella para ayudar a Alice en su cruzada por salvar al mundo, pero amenaza con acabar con las últimas colonias humanas como incentivo para que ella cumpla con la misión (¿Qué?). El guión tiene agujeros e inconsistencias por doquier y los diálogos están cargados de exposición. La parte argumental nunca fue el fuerte de la saga Resident Evil, pero se esperaba algo que por lo menos sea coherente y algún personaje secundario interesante que acompañe a la protagonista.
Yendo a lo que la película hace bien, tenemos que hablar del despliegue de efectos especiales –los mejores hasta el momento en la saga– y las escenas de pelea y acción. La edición con rápidos cortes y una cámara que se sacude demasiado son recursos que abundan, buscando generar un clima de vértigo y velocidad, pero por momentos se hace algo molesto. Pese a que la franquicia dejó el terror atrás hace mucho, hay bastantes jump-scares para sorprender al espectador desprevenido. Milla Jovovich vuelve a cumplir con creces en su rol de heroína de acción y se despide del personaje de Alice dejando una buena impresión.