Cine espástico
El mérito de la sexta Resident Evil, nuevamente a cargo de W.S. Anderson, es que logra aburrir al espectador a pesar de los espasmos en el encuadre, el vértigo de la imagen cortada a cuchillo y la sencillez de resumir en los primeros tres minutos toda la saga para aquellos neófitos, lo cual lleva a la siguiente conclusión: con una película alcanzaba.
Nuevamente Mila Jovovich se calza el traje de heroína para volver a enfrentar por sexta vez a la corporación Umbrella y tratar de salvar a los sobrevivientes de ese apocalípsis desatado por el famoso Virus T. Para cumplir tamaña misión y volver a Racoon City debe atravesar un camino plagado de zombies y criaturas poco amigables que hablan de unos efectos visuales un tanto mediocres con los avances que hoy ofrece el CGI.
Los zombies parecen cualquier cosa menos zombies. Y las peleas no se entienden desde el momento en que el director cree que mover la cámara resuelve la torpeza cuando no se tiene idea de cómo coreografiar un combate cuerpo a cuerpo.
Cualquier video juego tiene más estética que esta película y por supuesto la idea de interactividad que el cine aún no ha logrado volcar en pantalla, hacen de esta adaptación un proyecto fallido desde el arranque.
Los 15 años transcurridos desde la primera película, con este engañoso desenlace han pasado sin pena ni gloria, Resident Evil tal vez es una de las franquicias inexplicables porque incluso no ha sido rentable en términos comerciales.
Decir que la historia cierra es prácticamente una burla, porque no había nada interesante por cerrar en una trama tan binaria y fácil de resolver cuando alguna de las cartas ya estaban jugadas de ante mano.
Nuevamente, Alicia en el país de las pesadillas, nuevamente el virus y el pedido en calidad de préstamo a la idea de los zombies -o lo contagiados-, un villano con ímpetu refundacional, piña, patada y piña. Es lo que hubo, es lo que hay, es lo que seguirá habiendo.