UN PRODUCTO DE ESTOS TIEMPOS
El comienzo de Resident evil: capítulo final es bastante representativo de todo el film e incluso de la franquicia. Arranca con una larga explicación/resumen por parte de Alice (Milla Jovovich) de todos los acontecimientos de la saga y luego vemos a la protagonista emergiendo desde unas instalaciones subterráneas a una Washington D.C. perfectamente representada en su devastación. A continuación, por esas cosas del guión, debe enfrentarse a un monstruo alado gigantesco, que parece defecado por el Diablo luego de una mala comida, recurriendo a un jeep al cual usa como instrumento de choque. Es una secuencia impactante desde el ruido y un montaje apresurado, incluso caótico, pero también totalmente arbitraria, sin sentido narrativo, sólo concebida por puro exhibicionismo y desde la más absoluta superficialidad. Así es esta película y la saga que integra (y que supuestamente cierra): un sinsentido bastante prepotente, definitivamente efímero y de a ratos simpático.
Todo ha sido obra de ese matrimonio profesional y personal conformado por Paul W. S. Anderson y Jovovich. El realizador es, desde sus tiempos de Mortal kombat, una especie de Michael Bay de segunda línea, con menos guita a disposición y, hay que reconocerlo, mucho más soportable desde lo ideológico, incluso a pesar de ser un artesano un tanto torpe. La actriz encontró en Alice, heroína de acción de segunda línea, el papel de su vida, un personaje que le ha calzado perfecto y al que interpreta con total soltura. Casi sin que nos diéramos cuenta, Resident evil se fue consolidando como saga y de hecho es la única propiedad basada en un videojuego que ha tenido una continuidad, incluso construyendo un seguimiento por parte de los fanáticos y sin dejar de tener una cierta independencia respecto al material de origen. Y lo hizo con poco aunque honestamente, a tal punto que se puede resumir fácilmente cada entrega de acuerdo a los gustos propios: la primera tiene sus fallas pero a la distancia se defiende; la segunda es una grasada absoluta; la tercera, con lo arbitraria que es, posee unos cuantos buenos momentos; la cuarta es un desastre total; la quinta no es tan mala pero definitivamente no es buena.
¿Y la sexta? Bueno, Resident evil: capítulo final está a la altura de lo mejor de la saga, lo cual no la hace necesariamente buena. Digamos que Anderson ya es un realizador experimentado y domina bastante el estilo de la franquicia, y a Jovovich le sale de taquito su rol de Alice, y ambos ponen todo de sí para darle a los espectadores lo que fueron a buscar: el realizador diseña secuencias de alto impacto y la actriz se dedica a patear traseros, siempre con cariño y devoción. Lo que falta es un guión sólido, por más que haya una premisa: luego de los eventos de Resident evil 5: la venganza, Alice debe regresar a Racoon City, donde todo comenzó, para impedir que la Corporación Umbrella termine de destruir lo que queda de la humanidad y de paso liberar la cura para el virus que se esparció por el planeta. Hay, sí, muchas vueltas de tuerca, personajes que reaparecen y más vueltas de tuerca, pero en verdad todo parece estar en función de desplegar explosiones, persecuciones, monstruos, tiros, patadas, piñas y un largo etcétera. De hecho, los personajes que acompañan a Alice en su última misión son, como casi siempre en todos los films, totalmente esquemáticos y descartables.
Por eso al público sólo podrá importarle lo que haga Alice, o más bien, de qué forma espectacular llegará al final de su camino como heroína. Resident evil: capítulo final es un film que se hace cargo de su rol dentro del engranaje de la franquicia e incluso del panorama cinematográfico actual: es un producto absolutamente descerebrado, sin nada para aportar pero coherente en sus superficiales principios. Hay mucho ruido, sangre, todo vuela por los aires, la aventura se termina -supuestamente para siempre- y ya está, pasamos a otra cosa, porque no tardamos en olvidar lo que vimos y oímos. Lo que se dice un film muy actual, bien de estos tiempos.