Hablar de Eduardo "Tato" Pavlovsky es hablar de teatro, de la vanguardia y de los circuitos independientes, de alumnos, de maestros que se han formado con y a la par de este hombre político por naturaleza.
Nació en en 1950 en Lanús, estudió psiquiatría y fue pionero del psicodrama en América Latina pero Pavlovsky según el documental de Miguel Mirra y de todos los que lo retratan allí, entre ellos Norman Brisky, su pasión estaba en las tablas, en el "acontecimiento", en el aquí y ahora que se produce cuando se llevanta el telón y los artistas le dan vida a los personajes.
Además de sus textos, dejó huella como actor y los que lo dirigieron, nos cuentan su personalidad en uno y otro lado del mostrador. Lo particular de verlo interpretar papeles que él mismo creó bajo la batuta de alguien más.
Es un documental que tiene su punto de interés en la persona de Pavlovsky, en su coherencia y en el coraje de estrenar "El Señor Galíndez", un torturador con una vida normal o mejor dicho con una doble moral, todo esto en el momento más difícil de la historia contemporánea.
Una obra que le costó amenazas y hasta un exilio del que volvió cuando las cosas todavía no estaban tan calmas. El tratamiento visual no es el más adecuado aunque sirve para rescatar tomas de obras y ensayos teatrales en los que se ve al multifacético Pavlovsky en acción.
Sus textos fueron y son incómodos porque hacen pensar, él buscaba eso en sus espectadores, que pensaran, que se cuestionaran, que nada fuera como el puré sino como masticar algo sólido como la carne.
Imagen que surge de uno de los pasajes que se verán en el documental. Lo cotidiano se constituye en hecho político y no deja a nadie indiferente.
Para los que lo conocieron, para los que lo interpretaron y para quienes quieran descubrir a la persona detrás del nombre que quedó grabado de múltiples maneras en los escenarios argentinos y del mundo.