Para morirse de nuevo: pulgares abajo para "Resucitados"
La película Resucitados comienza como un prolijo ensayo de ficción científica pero descarrila cuando abandona la sutileza para entregarse al sobresalto.
No faltan ejemplos de buenas historias que se malogran precisamente en ese punto de la narración en que el suspenso debe dar paso al terror. Pero pese a la abundancia de antecedentes, el caso de Resucitados no deja de ser curioso. Es que el contraste entre el planteo y la resolución es tan brutal que parecen dos partes de distintas películas encajadas a la fuerza en una sola.
En la primera mitad, se trata de un prolijo ensayo de ficción científica. Un grupo de investigadores, que trabaja en una universidad y es financiado por un laboratorio privado, está experimentando con la posibilidad de devolverles la vida a animales muertos.
Una pareja de científicos conduce la investigación: Zoe (encarnada por Olivia Wilde, en cuya cara ya se ven los rasgos de las brujas que interpretará en el futuro) y Frank (compuesto por el siempre creíble Mark Duplass). Se aman, pero también son conscientes de que el ambicioso proyecto se interpuso entre ellos y su destino conyugal.
Los acompañan un experto en informática, enamorado de Zoe, otro científico más joven y una estudiante encargada de grabar en video las sesiones. Si bien son personajes apenas esbozados, todos resultan necesarios y contribuyen a la atmósfera de aventura en los límites del saber y del poder que anima al experimento.
En esa más de media hora inicial, Resucitados es un ejemplo de narración tensa y sutil. Los problemas teóricos y técnicos relativos a la investigación se funden perfectamente con cuestiones psicológicas, metafísicas y religiosas, que son formuladas con la máxima delicadeza que puede concederse el cine industrial.
Las preguntas que se imponen son: ¿es ético devolverle la vida a un animal? ¿Es el mismo cerdo o el mismo perro el que resucita? ¿Hay algo más allá de la vida? ¿Se atraviesa un umbral en el momento de la muerte? ¿Existe el alma o son sólo impulsos eléctricos?
La respuesta vendrá en la segunda parte, cuando los extraños síntomas del perro resucitado se conviertan en el preludio de una resurrección mucho más significativa. Ahí, justo ahí, Resucitados renuncia a su coherencia interna y recurre a la lógica más bastardeada del terror. Pasa de la sutileza al sobresalto sin solución de continuidad.
Pero con el susto forzado sucede lo mismo que con el chiste forzado. No existe la dosis apropiada. Y menos cuando esa dosis está compuesta por elementos tan obvios que un espectador más o menos adicto al género (y estas películas está hechas para esa clase de espectadores) puede adivinar todo lo que va a suceder sin un mínimo esfuerzo mental.