Apenas algunos nombres
En lo que se refiere a la composición de su elenco de protagonistas, Resucitados parece exhibir un cierto cuidado por lo que quiere contar y las formas para hacerlo: Olivia Wilde, Mark Duplass, Evan Peters y Donald Glover son todos actores acostumbrados a trabajar en distintos géneros y formatos sin ponerse en estrellitas, con presencias amables y relajadas, siendo plenamente funcionales a lo que se está narrando. Pero la pulcritud y atención se quedan ahí y no se extienden todo lo necesario a otros aspectos necesarios para el film.
La película de David Gelb posee unos cuantos elementos ya harto conocidos y utilizados en argumentos similares donde un experimento sale demasiado mal, convirtiéndose en un boomerang para los protagonistas. En este caso, lo que tenemos es un equipo de científicos encabezado por Zoe (Wilde) y Frank (Duplass) que, a través de diversas pruebas, terminan llegando casi por casualidad a descubrir cómo traer a los muertos de nuevo a la vida. Cuando las autoridades de la universidad donde trabajan se enteran de sus acciones, ordenan clausurar el experimento inmediatamente, confiscando todos los materiales y entregándoselos a una corporación. Es entonces que el equipo decide jugarse la última carta, replicando el ensayo anterior. Sin embargo, todo sale mal y Zoe muere, con lo que Frank, en un intento totalmente desesperado, decide aplicar con ella los conocimientos adquiridos. Pero claro, la Zoe que volverá de la muerte no será la misma, sino un ser directamente ligado a lo demoníaco.
La primera mitad funciona relativamente bien, básicamente porque trabaja a partir de la construcción del suspenso, delineando una serie de personajes muy elementales y arquetípicos, pero capaces de generar empatía en el espectador. Allí imperan los climas inquietantes y una tensión que crece pausadamente, aprovechando las posibilidades que da ese escenario casi único que es el laboratorio, sin dejar de lado momentos de humor amables que fluyen con naturalidad. El problema surge cuando todas las tensiones acumuladas deben resolverse para llegar a un final determinado: la película no termina de decidirse por un tono determinado, alternando entre el drama de pareja, la discursividad sobre la ética y la moral científica, los traumas infantiles y el terror sin vueltas, con lo que se convierte en un batido sumamente indigesto.
Lo llamativo es que a pesar de sus ambiciones temáticas, Resucitados exhibe pocas herramientas formales para llevarlas a cabo. Hasta pareciera que la mayor cuota de miedo la tiene Gelb y los guionistas Luke Dawson y Jeremy Slater, quienes parecen asustados por las ideas que tienen entre manos y no son capaces de llevarlas a fondo, con el atrevimiento y la inventiva necesarios, confiando apenas en lo que puedan dar los actores desde sus performances. De ahí que el film quede condenado a la medianía e incluso intrascendencia, como gran parte de la producción actual de terror estadounidense. Resucitados es, en suma, un producto que calificaría mejor para el mercado doméstico, pero que se queda muy lejos del universo cinematográfico.