Resurrección

Crítica de Fernando Alvarez - Todo lo ve

El film nacional se inscribe dentro del terror gótico, juega con las apariciones fantasmales y coloca a un joven sacerdote frente a la encrucijada de la fe, la ciencia y la desolación de la muerte.

Después de La plegaria del vidente, el eficaz thriller con elementos de terror estrenado el año pasado, el director Gonzalo Calzada juega su segundo largometraje en la línea del horror gótico, con una casa encantada, con mucha niebla y una plaga que no sólo trae muerte, sino también algunas sorpresas.

Apoyada en una sólida factura técnica en la que sobresalen encuadres, tomas cenitales y un logrado clima de amenaza constante, esta película argentina está ambientada en la epidemia de fiebre amarilla que azotó la ciudad de Buenos Aires en 1871. Con un comienzo que incluye ilustraciones de Enrique Breccia, la historia se centra en la partida de un joven sacerdote -Martìn Slipak, el mismo de Sin retorno y la reciente Cómo ganar enemigos- hacia Buenos Aires para ayudar a víctimas y enfermos de la terrible epidemia, pero kilómetros antes se detiene en la quinta de su familia y encuentra que su hermano y todos los suyos están infectados.

El relato juega con las apariencias fantasmales y coloca al personaje central en una encrucijada en la que fe y ciencia se enfrentan al igual que el hombre frente a la desolación de la muerte. Junto a un casero -Patricio Contreras- y a un misterioso curandero -Vando Villamil- al que todos recurren, los personajes no tardarán en darse cuenta que están en el mismísimo infierno.

Resurreción está estructurada en capítulos y logra sus mejores momentos en su primer tramo mientras deja para el final demasiadas explicaciones que extienden la acción y juegan en contra de la lograda atmósfera inicial. De todas formas, la película inquieta al espectador con su ambiente tenebroso, habitaciones vacías, féretros que se abren y gente ahorcada en medio de una trama en la que el Diablo también mete la cola.

Por momentos son varios los elementos que entran en juego en este relato donde la intriga echa sus cartas a partir de temas como el satanismo y las muertes sospechosas. Calzada construye además una metáfora sobre la resurrección y la destrucción del cuerpo trazando un paraelismo entre el sacerdote y la pasión de Cristo. El bien y el Mal, una vez más están enfrentados en un entorno que huele a muerte.