Resurrección

Crítica de María Paula Rios - CineramaPlus+

Evocando a los orígenes del género se estrena Resurrección, un filme de terror gótico, ambientado en la Argentina de 1871, cuando la fiebre amarilla hace estragos, y la fe católica adopta ribetes sobrenaturales. En este ámbito oscuro y hastiado de muerte, los mitos del folklore y la creencia se licuan para hacer carne al mismo diablo y encontrar un motivo para mitigar tanta perdida.

Instado por el llamado de Dios, a través de videncias y estigmas, el Padre Aparicio (Martin Slipak) decide irse de Córdoba a brindar su ayuda a los enfermos, donde se encuentra el peor foco, en Buenos Aires. En el camino pasa por su casa familiar para advertir si todo está en orden. Allí encontrará el caos, y a la enfermedad carcomiendo a cada uno de los empleados, incluyendo a su hermano. Su pequeña sobrina y su cuñada se encuentran encerradas en la capilla de la estancia, en un estado de cuasi locura, por temor al contagio. El único invulnerable es Quispe (Patricio Contreras), el hombre de confianza de la familia, quien cuida la casona.

Traigo a colación la narrativa gótica porque en el filme, estética y argumentalmente, podemos encontrar sus características. Una ambientación romántica con paisajes sombríos y tenebrosos, con sótanos y tumbas, pasadizos secretos, una maldición familiar, y también los ecos de las voces fantasmales. Elementos sobrenaturales que conforman el imaginario, llevados a escena como una especie de delirio y ensoñación, donde se trastorna toda clase de límites con la realidad. Mientras la película flota en esa paranoia de no poder dilucidar si Aparicio sueña, delira o las cosas realmente pasan, se fortalece. Pero cuando se trata de explicar razonadamente, tal manual de detective, el porqué de lo sucedido, el relato pierde eficacia. Argumento que se aproxima más al pensamiento dominante de la Ilustración, al cual, recordemos, reacciona la corriente gótica, tanto estética como filosóficamente.

A pesar de este traspié argumental, hay que enfatizar el notable nivel de producción. Una fotografía y una ambientación impecable. El vestuario, la iluminación, los decorados, nada queda librado al azar. El arte en su conjunto demuestra una calidad de detalle pocas veces visto. Otro aspecto acertado es la dialéctica actoral que se conforma entre Martín Slipak y Patricio Contreras. Si bien la solidez del chileno puede poner en relieve cierto amateurismo en Slipak, ambos tienen química como dúo actoral, y sustentan así la mayor parte del filme. Filme que demuestra el crecimiento del cine de género en nuestro país.

Por María Paula Rios
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