La peste interior
A modo de fábula o cuento gótico, la nueva película de Gonzalo Calzada vuelve a transitar por un género, ahora mucho más presente en el cine nacional, que hace algunos años cuando estrenaba La Plegaria del Vidente -2011-. Nos referimos al terror gótico, bajo el pretexto de una historia que marca por un lado las contradicciones de un personaje, que perdió la fe y quien no encuentra explicaciones a la muerte nada menos que en el contexto de la fiebre amarilla.
Aparicio es un sacerdote interpretado por Martín Slipak, quien decide desviar su camino hacia la ciudad para socorrer a los afectados de la peste, con una previa estadía en la estancia familiar, llamada “El Paraíso”. No azarosamente ese nombre cobra mayor relevancia al tomar contacto con un personaje ambiguo –Patricio Contreras-, encargado del cuidado de la casa, quien además convive con el hermano de Aparicio, atrapado por la peste amarilla.
El enrarecimiento del relato, que se estructura en tres actos, sumado un epílogo, se construye a partir del punto de vista distorsionado del protagonista. Esa distorsión abre las puertas a la ruptura con la realidad para introducir un espacio onírico y de alucinaciones, producto de los cambiantes estados de ánimo de Aparicio (desolación, ira, desconsuelo) y su tránsito por esta pérdida paulatina de fe, entre otras cosas que no revelaremos aquí.
Si bien por momentos, desde los diálogos el tono del film transita por la solemnidad y a veces teñido de cierta teatralidad por la sobreexposición, debe destacarse un impecable trabajo en los rubros técnicos, sobre todo la fotografía y el arte en todas sus áreas: desde decorados, vestuario, iluminación y la paleta cromática para insuflar a la imagen de atmósferas lúgubres y bien logradas, tanto en interiores como exteriores.
La eficacia de Resurrección -2014- en su firme tratamiento de personajes es la mayor virtud, aunque por momentos ciertas ideas no logran un desarrollo más profundo, que recién se resuelve cuando aparece el epílogo y la explicación de algunos huecos durante la primera mitad. No obstante, la apuesta al género da sus réditos y confirma un tiempo donde el cine argentino debe afianzar su relación comercial y artística con propuestas de este estilo y así conseguir un público que sepa valorar la calidad cuando realmente aparecen films que se lo merecen.