"Retiro voluntario", detrás de los despidos
Javier (Imanol Arias) es un ejecutivo español de una multinacional que trabaja en la filial de la empresa en Buenos Aires. Javier gana muy bien, tiene una mujer hermosa y joven y está por ser ascendido. Sin embargo, cuando la empresa le exige que despida a empleados de su sección debido a una supuesta "crisis", Javier se niega, y ahí empieza su calvario. En el medio, como salido de la nada, también aparece un porteño agresivo y vengativo (Darío Grandinetti), que por un simple error comienza a perseguir al ejecutivo hasta hacerle la vida imposible. Si el argumento de "Retiro voluntario" resulta un tanto difícil de explicar es porque con el guión está todo mal desde el principio. Y en realidad es una pena, porque el planteo de la película es interesante. El guionista y director argentino radicado en Madrid Lucas Figueroa ("Porque hay cosas que nunca se olvidan", "Viral") intenta construir una comedia crítica sobre el mundo de las grandes empresas y los oscuros manejos de sus oficinas de Recursos Humanos. El problema es que nunca lo consigue. Su mirada se queda en la superficie y en el trazo grueso, y los personajes están desdibujados. La verdadera identidad del personaje de Grandinetti, por ejemplo, se revela demasiado tarde, y eso hace que su relación con el protagonista (Arias) parezca caprichosa y ridícula.
"Retiro voluntario", además, comete el peor pecado de una comedia: no hace reír. El guión recurre a chistes gastados (las malas palabras, los efectos de un porro, las diferencias entre "gallegos" y argentinos) que rozan lo irritante. Los actores aportan sus años de experiencia y sus firmas (la mayoría son grandes figuras), pero es poco lo que pueden hacer para salvar a esta comedia fallida.