El mayor problema de esta producción se establece en uno de los mayores pecados del cine en tanto texto, desde el comienzo nada es verosímil, no es creíble la implantación de un conflicto, un principio básico.
No depende de las actuaciones, en realidad lo único rescatable de la película, todos hacen lo que pueden con lo que les toco lidiar.
Cuando pasada más de la mitad de la proyección se intenta empezar a justificar los yerros, pero ya es tarde. Para ese momento los registros y los géneros se han ido mezclando, siempre en tono de comedia pero con entrecruzamientos dramáticos sociales, humor por momentos negro, pero mayormente haciendo pie en las diferencias entre españoles y argentinos de manera muy desequilibrada, chistes remanidos, burdos, conocidos y previsibles.
Las subtramas tampoco ayudan, deshilvanadas, sin una gran progresión ni buena estructura, sólo pinceladas, como si eso alcanzará, cuando no absolutamente inocuas, recurriendo al remate inverosímil para causar una sonrisa, sin lógralo.
En otros momentos parece querer transitar por el género de la sátira, pero sólo consigue hacer una caricatura de sus propios personajes, de las acciones y de las situaciones. Como la referencia directa a films como “Matrix” (1999)
¿De que va la historia? Tema actual: globalización en punta.
Javier (Imanol Arias), un alto ejecutivo de una multinacional española de telecomunicaciones, se enfrenta a sus jefes cuando estos le piden que eche gente y que tome decisiones más allá de su código ético y moral, forzado a esto por Omar (Miguel Ángel Sola), su superior directo. Su llegada a la Argentina casi era un castigo. Lo que parece en principio como un sanción derivaría en una nueva oportunidad, pero no, todo se va de “madres” cuando un desconocido Rubén (Dario Grandinetti), que por darle mala indicación de una dirección se convierte en su peor enemigo, acosador incansable, sin códigos moral o nada que se le parezca, comienza a hacerle la vida imposible. ¿?
Mientras Javier pugna con sus empleadores por lograr otras formas de sanear la economía de la empresa, aparece un colega de su mismo rango, que le disputa su puesto, Sam (Hugo Silva), quien nunca es lo que parece ser. El acorralado protagonista no encuentra solaz y pierde la motivación para luchar contra el sistema, o eso parece.
Cristina (Paula Cancio), su novia argentina, demasiado joven para él, parece hacerle honor a la frase vernácula “billetera mata galan”, pero sólo parece.
¿Demasiado para un solo hombre?
Así de incoherente es el guión desperdiciando un seleccionado de actores, los nombrados, a los que se suman Jorge D´Elia, Valeria Alonso y el siempre genial Luis Luque, todos posiblemente reconocidos mundialmente, pero con ésta estrategia y éste director técnico quedaran fuera de la competencia, al menos por ahora.