Retiro Voluntario demuestra muy poca emoción en momentos claves y en muchos momentos pareciera que le da igual todo lo que suceda.
Una comedia desvergonzada que se mete de lleno en el tema de la crisis laboral y juega como pocas veces, con los oscuros métodos que se utilizan para poder escalar posiciones dentro de una empresa internacional. A su vez, incluye una amplia variedad de nacionalidades, locaciones y juega permanentemente con el concepto de “tener calle”. A nivel inicial, es una apuesta de alto riesgo pero termina decayendo a medida que avanza su historia. Ni siquiera su elenco de gran renombre puede corregir estos desperfectos y termina siendo un film, en muchos aspectos, trillado.
La historia empieza con Javier Fernández (Imanol Arias), un español a punto de ser promovido para integrar la mesa chica de una empresa internacional de telecomunicaciones. Javier es un hombre de una avanzada edad que tiene todo, desde un puesto de mando en la empresa, pasando por una joven y bella mujer, hasta una nueva casa en un barrio privado. Pero todo esto comienza a derrumbarse tras un error de lo mas común e inofensivo. Por no conocer bien la ciudad, este hombre trabajador y humilde que resulta ser Dario Grandinetti, termina perdiendo una oportunidad única de trabajo. Este trabajador acechará a Javier para que le pague el mismo dinero que el iba a ganar en su nuevo fallido trabajo y ahí es donde empieza la cadena de eventos que sufrirá Javier a lo largo de la historia.
El punto de partida es llamativo e interesante, pero también a primera vista se puede notar una sobre-actuación de los protagonistas. Con un humor que muere siempre en la puteada, llega al punto de parecer grotesca y desubicada. El director tuvo la chance dorada de poder burlarse de manera inteligente de todo lo que incluye la burocracia en Argentina y específicamente sobre las diferencias sociales que la ciudad de Buenos Aires conlleva.
Las actuaciones de todos los personajes parecen forzosas, salvo el papel de Grandinetti que es el que se destaca con empatía y buenos momentos en la película. El que termina perdiendo en este caso es Arias, ya que su papel no parece creíble en ningún momento, quizás debido a la edad del actor. Demuestra muy poca emoción en momentos claves y en muchos momentos pareciera que le da igual todo lo que suceda. Luego, los personajes secundarios si bien derraman un poco de simpatía y generan una que otra risa tímida, terminan cayendo en lo peor del film.