Este documental dirigido por Sandra Gugliotta (Un día de suerte, Las vidas posibles, Arrebato, La toma), fue filmado en parte en Francia, y en parte en la Argentina. A través de testimonios de trabajadores sobrevivientes, y de familiares de trabajadores damnificados por las políticas neoliberales que implementó el proceso de privatización de France Telecom, se denuncia la pérdida de puestos de trabajo, aproximadamente veinte mil, y de vidas humanas, debido a la puesta en marcha de una despiadada política de reestructuración de la compañía francesa (con filial en la Argentina) desde mediados de los años 2000.
LA GUERRA FRÍA
A partir de la muerte de Jean Michel, trabajador de France Telecom, de 53 años, arrollado por un tren, en el pequeño pueblo de Saint Lye, el documental recoge los testimonios de vecinos y de su ex mujer que atribuyen el suicido de Jean Michel a un cuadro depresivo. Sin embargo, esta muerte será la primera de una serie concatenada de otros veinte suicidios de trabajadores ocurridos durante ese mismo año 2008 dentro de la empresa. El documental intentará reconstruir los motivos que provocaron el suicidio de los trabajadores.
A través de testimonios de los familiares de aquellos que perdieron la vida, nos enteramos de que todos ellos fueron sometidos a una guerra psicológica implementada por el Departamento de Recursos Humanos de la empresa. Una especie de puesta en escena donde el trabajador se convertía en el enemigo a destruir. Por medio del acoso moral y el hostigamiento se iba desgastando psicológica y moralmente al trabajador para prepararlo y predisponerlo a ser despedido y, en muchos casos, llevarlo a la renuncia evitando el despido y la indemnización. Así, al no poder soportar las presiones ejercidas a través de las políticas de restructuración, el trabajador sucumbía al acoso moral y psicológico, que derivaría en depresión y en última instancia, en suicidio.
La empresa France Telecom habría de implementar un tortuoso plan de reestructuración, irónicamente llamado NexT, que podría traducirse como “el que sigue”, o “que pase el siguiente”. Este plan adaptado al campo empresarial, fue tomado de los manuales bélicos norteamericanos confeccionados para ponerlos en práctica durante las guerras libradas contra Irán. El beligerante plan empresarial partía de la premisa de que la empresa estaba en guerra, y por eso mismo debía eliminar a 22.000 empleados para librarse de ese lastre (aún a costo de la pérdida de vidas humanas) que impedía maximizar ganancias haciéndoles perder competitividad dentro del mercado.
Cómo deshacerse de esos 22.000 empleados sin poder despedirlos legalmente porque eso implicaría pagarles indemnización. Los gerentes de Recursos Humanos se valieron de las tácticas de guerra provocando desconcierto, a través de cambios de tareas, o de quitarles sus tareas asignadas sin darles ninguna nueva tarea a cambio, y así mantenerlos en la duda con respecto a su posición y su utilidad dentro de la empresa.
La puesta en escena planteada por la lógica de guerra era en primer lugar sembrar la semilla de la duda, provocando en el trabajador confusión con el fin de paralizarlo y prepararlo para el despido y para que el enemigo, el trabajador, no sea capaz de responder o contraatacar. Aterrorizarlos antes de despedirlos. Lo que los gerentes de Recursos Humanos no fueron capaces de medir fue el margen de error. La desmesura en la aplicación de las políticas de acoso moral y psicológico provocó el colapso emocional de los empleados que en algunos casos derivó en suicidio.
POR LA PUERTA O POR LA VENTANA
Las tácticas, variadas, se aplicaron según el perfil y la posición dentro de la empresa de cada trabajador a despedir. Así se puso en funcionamiento el acoso laboral, a través de humillaciones y un trato cruel y sádico, traslados a puestos totalmente ajenos para el trabajador que no estaba capacitado para ejercerlo, como por ejemplo un técnico en cableados era transferido al call center.
La “placardización” a través del confinamiento del trabajador a un lugar apartado del entorno laboral como si se metiera al trabajador dentro de un placard, evitando así el contacto con los otros trabajadores, privándolo de la socialización; el trabajador apartado ingresa a una espiral infernal de aislamiento y soledad, lo que repercutirá en su salud mental, provocándole crisis de depresión, angustia, y pérdida de la autoestima y de la autoimagen. Lo que llevaría a más de unos treinta trabajadores a sufrir severos cuadros de depresión y brotes psicóticos que los conducirían inevitablemente al suicidio. Los despidos, según los propios directivos debían llevarse a cabo de cualquier manera, por la puerta o por la ventana.
Frente a la primera oleada de suicidios, los directivos de la empresa sólo atinaron a esconder, borrar y silenciar las muertes de los trabajadores. La justificación que dio la empresa fue la de considerar esta seguidilla de suicidios como una especie de contagio epidémico. Atribuyeron, también, la escalada de suicidios a una tendencia de medicalización de los trabajadores, haciéndolos responsables de sus propios trastornos mentales, criminalizándolos y haciéndolos culpables del padecimiento de cuadros psicosomáticos, por el uso y abuso de psicofármacos y tratamientos psiquiátricos.
EL TRABAJO OS HARÁ LIBRES
En la sociedad actual, dentro del modelo capitalista neoliberal de libre mercado, aparecerán en el documental sus más célebres impulsores, entre ellos, Margaret Thatcher, y Milton Friedman, divulgando las mieles de la economía de mercado, Menem, dando la bienvenida a George Bush padre, y a las políticas de privatización de empresas del estado, en este caso, Entel, que en los noventa preconizaría diabólicamente lo que ocurriría en Francia, veinte años más tarde. La expulsión del trabajador del circuito de la economía de mercado, a través de los retiros voluntarios lo que provocaría la caída en la depresión, y el consiguiente cuadro clínico que derivaría en el suicidio. Las muertes de los trabajadores fueron silenciadas y acalladas, como ocurriría en Francia, por los directivos de la empresa Telecom Argentina. Es llamativo que el modo en el que los trabajadores eligieron para suicidarse es prácticamente el mismo que utilizarían los trabajadores franceses.
Stephanie Valette, una empleada de la empresa, se tiraría por la ventana del edificio de una de las torres, replicando el salto de una empleada de Telecom Argentina, en Rosario. Lo mismo con la muerte de otros trabajadores que utilizarían una sobredosis de pastillas, o recurrirían al ahorcamiento, o a prenderse fuego.
Lo más valioso del documental de Gugliotta no es sólo el testimonio desolador de la guerra cruenta librada contra los trabajadores por parte de la corporación France Telecom, que tuvo tanta resonancia en la prensa francesa que hasta logró llevar a los tribunales a muchos de sus directivos, sino el haber rescatado del olvido el nombre de aquellos trabajadores argentinos a los que se les había otorgado el retiro voluntario pero que habían tenido casi el mismo final que los trabajadores franceses. Aunque la prensa argentina jamás se hiciera eco ni de sus casos ni de sus muertes.