En Saint-Lyé, una población al noroeste de la campiña francesa, el 2 de julio de 2008 a las cinco y media de la tarde, un hombre de 53 años llamado Jean-Michel fue arrollado por un tren. ¿Accidente o suicidio?
Esta será la punta del iceberg que toma Sandra Gugliotta (que vuelve al terreno del documental después de su trabajo en “La Toma” (2013) y directora de “Las vidas posibles” , “Un día de suerte” o “Arrebato” con Pablo Echarri, Leticia Brédice y Mónica Antonópulos) para comenzar a trazar un doble recorrido.
El caso de Jean-Michel es la punta del ovillo para el inicio de una investigación que irá reconstruyendo los hechos que conducen, directamente, a graves problemas laborales, los que tendrán conexión directa con la historia del padre de Gugliotta y su situación laboral en pleno menemismo, época de reestructuración del Estado, privatizaciones y desmantelamiento del aparato fabril nacional.
Sólo por mencionar dos ejemplos dentro de la filmografía francesa, Laurent Cantet desde sus “Recursos Humanos” o “El empleo del tiempo” ha podido comenzar a plantear en la pantalla, la voracidad con la que las empresas se transforman en una verdadera picadora de carne, en la que sus empleados quedan atrapados como un objeto más dentro del proceso de industrialización. Objeto, que es impiadosamente descartado según la conveniencia de los empresarios, demoliendo psicológicamente la psiquis de aquellos que sostienen sobre su puesto de trabajo: “un trabajo es para toda la vida”.
Otro gran director, Stéphane Brizé a través de “El precio de un hombre – La loi du marché” o “La guerra silenciosa” usa su cine como un fuerte instrumento de denuncia frente a la manipulación que ejercen las corporaciones –e indirectamente el Estado apoyándolas con artilugios legales- sobre los derechos laborales. Sus trabajos dejan expuestos el abuso de poder, la presión y el maltrato psicológico que se ejerce sobre el capital humano que debe mantenerse sumiso ante la imperiosa necesidad de contar con su puesto de trabajo.
“RETIROS (IN)VOLUNTARIOS” comienza a poner el ojo sobre el fenómeno de la placarización donde el empleado se convierte en un mueble más de la empresa, incluso con estrictas órdenes por parte de las esferas gerenciales de que el resto de los compañeros no le dirijan ni siquiera la palabra o no compartan, por ejemplo, los espacios comunes como el comedor o la cafetería, empujándolo al aislamiento absoluto que representa una tortura psicológica extrema.
Así un primer caso conecta con otro, y otro más, hasta descubrir una alarmante cantidad de suicidios dentro de la firma France Telecom, quienes ocupaban cargos importantes y fueron abruptamente recortados de sus funciones y sometidos a manejos impiadosos. Inclusive, la crueldad en las formas de suicidio elegidas, que llegan inclusive a inmolarse y prenderse fuego en el propio lugar de trabajo, hablan a las clases de una extrema responsabilidad por parte de la empresa, que obviamente a través de su equipo de abogados no hace más que esquivar la verdad aduciendo que estos empleados tenían problemas personales, desmarcándose de toda responsabilidad.
“Era muy frágil, no pudo soportarlo” es el común denominador de lo que expresan los testimonios de familiares, pareja, amigos de las víctimas que han elegido el suicidio como única salida a un problema grave al que no pudieron encontrarle otro tipo de solución o un pedido de ayuda a tiempo. Hay, por suerte, algunos sobrevivientes que fallaron en su intento o aquellos que pudieron salir del espiral y pueden contar su propia historia y ser la voz que no podrán acallar, por todos aquellos que no pudieron lograrlo.
¿Qué fue de aquellos trabajadores que tomaron los retiros voluntarios menemistas en plenos años 90, donde los terrenos fabriles terminaron transformándose en zonas devastadas?
Aquí en “RETIROS (IN)VOLUNTARIOS” son evocados en la figura del padre de la directora, uno de los 28 mil trabajadores que aceptaron esas tentadoras ofertas de hacerse con una suma importante de dinero que la mayoría de ellos perdería al poco tiempo, licuados por los efectos inflacionarios o por la falta de habilidad sostener sus emprendimientos comerciales después de haber estado muchos años en relación de dependencia y sobre todo dentro del Estado.
A modo de homenaje, Gugliotta rearma el retrato de su padre, valorando su posibilidad de reinventarse, de volver a recobrar su dignidad por medio de un nuevo trabajo y de otra forma de vida, uno de los escasos sobrevivientes dentro de un mar de desempleados que perdieron en poco tiempo su puesto de trabajo y sus ahorros, sin poder acariciar ni de cerca, esa falsa felicidad prometida en esos retiros que parecían ser la mejor elección.
El retrato de todo lo ocurrido con los trabajadores de France Telecom, combinado y potenciado por la historia personal de la realizadora, conviven a la perfección es este documental necesario y potente, con momentos de una angustia arrolladora, donde Gugliotta pone su cámara al servicio de la denuncia, de desenmascarar estos mecanismos perversos donde los trabajadores pierden sus vidas y las empresas siguen dando la espalda.
No son más que empleados, no habría nada de qué preocuparse, son fácilmente reemplazables. Demoledor.