En su nuevo film, la directora de Petite Maman nos lleva hasta la Bretaña francesa a finales del siglo XVIII. Allí, una joven pintora, Marianne (Noémie Merlant), llega a unos aposentos señoriales donde debe cumplir con el encargo de pintar un “retrato matrimonial” de Héloïse (Adèle Haenel), que afronta con disgusto la perspectiva de cumplir con el acuerdo matrimonial que le ha concertado su madre (Valeria Golino). Tomando el ejercicio de creación pictórica como elemento estructural de la puesta en escena, la cámara de Sciamma adopta la perspectiva de Marianne, la pintora, para ir revelando gradualmente la figura de Héloïse, la reticente modelo. Un proceso de descubrimiento gestual y físico que irá acompañado por el progresivo acercamiento, primero empático y luego sentimental, entre las dos jóvenes. Así configura Sciamma un relato prendado de una incendiaria tensión amorosa, con las protagonistas intercambiando las funciones de observadora y observada desde sus roles de artista y modelo.
Y, mientras, tanto en el corazón como en el trasfondo del relato, se perfila una incisiva reflexión sobre la opresión de la voluntad femenina. En primer plano, Sciamma aspira a desterrar el affair lésbico del territorio de lo ilícito. En el fondo, toma cuerpo una peripecia abortista protagonizada por una joven criada, una espinosa subtrama resuelta sin apenas un atisbo de sordidez.
Si Retrato de una mujer en llamas conquista una cierta grandeza fílmica es sobre todo por el buen ojo de Sciamma a la hora de sacar el máximo partido de sus dos protagonistas: una magnética Noémie Merlant en la piel de una joven risueña de carácter independiente y sensibilidad artística, y una Adèle Haenel que mide al milímetro el tránsito desde una arisca introspección hasta un entregado abandono romántico. La química entre directora y actrices trae a la mente los tándems triunfales que conformaron Abdellatif Kechiche junto a Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux en La vida de Adèle, y Todd Haynes con Cate Blanchett y Rooney Mara en Carol. Tocada por un desaforado amor por el arte, Retrato de una mujer en llamas tiende unos fructíferos puentes entre la odisea amorosa de sus protagonistas y el mito de Orfeo y Eurídice, que es utilizado para cubrir el relato con un manto de fatalismo y un halo fantástico.
Podríamos estar hablando de una novela Jean Austen, o de un film heredero del ímpetu amoroso de I Know Where I’m Going, de Michael Powell y Emeric Pressburger, película con la que Retrato de una mujer en llamas comparte la fascinación por la energía salvaje y catártica del agitado paisaje oceánico. Aunque el referente que mejor explica el poder de conmoción del film de Céline Sciamma es, probablemente, La edad de la inocencia, de Martin Scorsese. Películas que, en su elegancia formal y en su sublime contención emocional, llevan el drama romántico a sus más altas cotas de arrebatamiento lírico.