“El que los problemas vengan de lejos no significa que hayan dejado de tener vigencia, especialmente cuando se trata de una historia tan poco contada: la de las mujeres artistas y la de las mujeres en general. Pero la dificultad para encontrar información y documentación no ha sido impedimento para verificar la existencia de una verdadera ebullición artística femenina en la segunda mitad del siglo XVIII”, señala Céline Sciamma (Girlhood, Tomboy) acerca de su nueva película, Retrato de una mujer en llamas, que ganó el premio al Mejor Guión en Cannes, y ahora es estrenada en cines de Buenos Aires.
La historia transcurre en la Bretaña francesa, en 1770, una época que vio nacer a artistas de disciplinas diversas, entre ellas la pintura. Basta nombrar a figuras tales como Elisabeth Vigée Le Brun, Artemisia Gentileschi y Angelica Kauffmann. Retrato de una dama no narra la historia de una pintora en particular, sino más bien es una suerte de amalgama de lo que tantas otras mujeres experimentaron. Tampoco sería exacto decir que es una película sobre la pintura y las pintoras per se, sino, en cambio, es una sentida historia de amor en forma de melodrama retraído, de esos en los que los sentimientos se reprimen hasta que se liberan de una vez por todas y de una manera explosiva.
Marianne (Noémie Merlant) es una pintora contratada para hacer el retrato matrimonial de Héloïse (Adèle Haenel), una joven que acaba de dejar el convento y quien ni siquiera conoce a su futuro marido, un milanés elegido por su madre (Valeria Golino). De temperamento díscolo y con voluntad de rebeldía, Héloïse no acepta su destino como mujer casada y se niega a posar. Entonces, a Marianne le queda una sola alternativa: trabajar en secreto. Se hace pasar por dama de compañía, para así acompañarla y observarla de día; y luego pintarla de noche.
Al principio, todo es distancia y desconfianza entre las dos mujeres, como si se tratara de dos contrincantes. Pero, a medida que transcurren los momentos compartidos y se acerca la fecha de la boda, las dos mujeres van a descubrir mucho más de lo que imaginaban cuando se vieron por primera vez. Así se traza un camino en el que el goce del descubrimiento y la felicidad compartida van a ser compartidas. Pero también el desgarro y la tristeza infinita.
Estéticamente deslumbrante, de una elegancia y refinamiento insuperables, la película Sciamma evita todo formalismo vacío: el diseño visual es tal porque da cuenta de la narrativa y viceversa. Como en toda gran película, es imposible imaginar forma y contenido por separados. Texturas, tonos, matices, encuadre y composición no podrían estar mejor ejecutados. Y en este sentido hay otro logro insoslayable: la película respira, tanto como sus personajes con sus dramas, no es un objeto estático y ornamental para admirar desde lejos. De ahí su cercanía que tanto conmueve.
Películas sobre mujeres amantes que descubren el amor juntas, una de de ellas sin ninguna experiencia sentimental previa, Retrato de una mujer en llamas examina los significados, sentimientos y heridas de todo romance – aún más en el caso de los amores prohibidos. Con un ritmo delicado y líneas de diálogo que bien podrían ser pretenciosas de ser más explícitas, menos poéticas e interpretadas por actrices de menor estatura – porque las actuaciones son tan vibrantes que hacen que uno no pueda sacar los ojos de la pantalla -, este melodrama con aristas góticas sorprende escena tras escena con un crescendo dramático tan medido como elocuente.
Es difícil, muy difícil, olvidar el último plano de Retrato de una mujer en llamas. Minutos enteros de un rostro que muestra en todo su dolor lo que está por venir es lo opuesto de lo que ya existió. Eso que ya no va a repetirse nunca más.