Un romance pictórico.
Retrato de una mujer en llamas (Portrait de la jeune fille en feu) es, en pocas palabras, el film más hipnotizante que he visto en los últimos años. En esta ocasión, la directora Céline Sciamma presenta un drama de época sólido y emocionante (siglo XVIII), donde se narra una muy íntima y contenida historia de amor sobre el arrepentimiento y el olvido, con un guion plagado de detalles que construyen un relato rodeado de sentimientos. La fotografía (Claire Mathon) inunda cada plano con belleza y estilo. Además cuenta con dos actrices, Adéle Haenel y Noémie Merlant, que se encargan de darle vida minuto tras minuto a este hermoso y único romance.
La película comienza a paso firme, pero con cautela; permitiéndonos como espectadores entender la aparente sencillez del argumento principal pero sin dejar de entrever su gran potencial como película. Marianne es una pintora que recibe un encargo peculiar: debe realizar un retrato de bodas a HéloÏse, una joven que acaba de salir del Convento y que tiene mucha inseguridad respecto a su futuro matrimonio. Lo peculiar es que debe realizar el retrato sin su consentimiento, ya que no se deja posar para ningún pintor; por lo tanto, Marianne tendrá que hacerse pasar por su dama de compañía y a la vez deberá limitarse a observar a Héloïse para luego llevar a cabo el retrato cuando ella no esté presente.
En la mitad de la película y ya definidos los personajes, nos encontramos con una dupla de carácter femenino en estado de gracia con una química entre ambas casi imposible. Las dos han conseguido que quedemos completamente atrapados en su romance elegante y a la vez sutil; atrapados en su narrativa apabullante y creativa al construir paso por paso una historia completamente sensorial, donde estallan las emociones al ritmo de una música tensa y realista. Es el momento donde se llega a un punto de conexión entre las protagonistas muy pocas veces visto en el cine, donde la pasión desborda y no queda espacio más que para la sinceridad, y así también… para el dolor.
Retrato de una mujer en llamas no sólo cuenta con una dirección sólida, una fotografía pictórica, o con las protagonistas Adéle Haenel y Noémie Merlant (que por cierto son un regalo del cielo), sino que también cuenta con una potente visibilización a problemáticas actuales como la sexualidad, el aborto, o la situación de la mujer frente a la opresión del patriarcado. En Retrato de una mujer en llamas, Céline Sciamma no sólo representa el despertar sexual de una generación carente de experiencia y oportunidades, sino también los prejuicios y las desventajas socioculturales a los que debe enfrentarse la mujer a diario.
Es por ello -y mucho más- que no se puede comprender el ninguneo que le han hecho en las premiaciones pasadas (Oscars 2020), sin lugar a dudas es muy superior a películas que han sido mejor reconocidas. Realmente, estamos frente a una obra audiovisual gigante, en la cual Céline Sciamma ha logrado construir una historia poética por donde se la mire, que atrapa y planta cara a los grandes romances de la historia del cine.