Se estrenó en VOD, en Puentes de Cine, Retrato incompleto de la canción infinita, documental de Roly Rauwolf que indaga en la historia, la discografía y el proceso creativo de Daniel Melero, una figura de culto del rock nacional.
“La fama te la da la gente. El éxito se lo hace uno. Yo soy exitoso”. Así se autodefine Daniel Melero, posiblemente el secreto mejor guardado del rock argentino. Un ser místico, de culto, conocido pero no reconocido, una de las grandes figuras de la música alternativa nacional.
Líder y vocalista de la banda Los Encargados, el nombre de Melero empezó a cobrar mayor relevancia como productor de numerosas bandas como Soda Stereo o Babasónicos, por ejemplo. Además colaboró artísticamente con Gustavo Cerati numerosas veces y ayudó con la difusión de bandas como Los Brujos.
El documental de Rauwolf tiene dos vertientes narrativas. Por un lado, un relato lineal y cronológico, efectuado por el propio Melero, con jugosas anécdotas y opiniones personales sobre la música y el rock argentino. Por otro, la búsqueda de un montaje experimental realizado a partir de material de archivo donado por el protagonista. Este material, que incluye diarios de viajes, backstage de grabaciones y recitales y presentaciones en teatros y canales de televisión, es realmente llamativo. Cambian las texturas y los formatos. Tiene una concepción atemporal que contrasta con el relato, que es bastante convencional.
Para ser el “retrato” de un artista vanguardista, que siempre sale a la búsqueda de un sonido novedoso, la narración es bastante clásica, así como también la concepción de la entrevista. Sin embargo, el relato tiene tanta fluidez, es tan enérgico y rico en matices, opiniones y anécdotas profesionales, que es imposible perder el interés por la vida y obra del personaje.
El atractivo de Retrato incompleto de la canción infinita se expresa, únicamente, en el redescubrimiento de un músico visionario, que admite cuáles fueron sus errores, pero también sus logros personales, desde un prisma bastante distante, casi objetivo, porque lo que Melero siempre buscó fue la satisfacción artística personal. También se abre, con honestidad, sobre su participación en el disco Oktubre, de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y su influencia en los primeros discos de Soda Stereo.
Para el protagonista, las canciones y los discos no tienen un final definido, “simplemente, hay que dejarlos ir”, y con la película sucede algo similar. A pesar de que nunca deja de ser atrapante, en un momento encuentra el desenlace. Podría haber continuado por unos minutos más, tranquilamente. En cambio, encuentra un final, casi abruptamente, sólo porque necesita terminar. Aunque, durante los créditos, queda abierta la posibilidad de una secuela, este Retrato incompleto… cumple, en sus breves minutos, como reflejo de un artista complejo, no en un sentido personal, pero sí en lo que respecta a búsquedas musicales.
Quedan pendientes testimonios externos, ajenos al cantante, pero queda claro que el objetivo del realizador era que Melero sea la única voz y que el material de archivo funcione como una especie de memoria difusa y selectiva que apoye, sin redundancias ni subrayados, al relato del protagonista.
Lo mejor son los fragmentos relativos a su relación con su principal colaborador de los últimos 30 años y algunos momentos oscuros de su carrera. Un personaje atípico que se abre al público con honestidad brutal y sinceridad absoluta.
Fluida, dinámica y con bienvenidos aportes humorísticos, Retrato incompleto de la canción infinita es una sorprendente obra en primera persona, que desnuda la personalidad de un músico misterioso que fomentó el rock alternativo y tecno en nuestro país. Sobre todo, una figura que sigue siendo una referencia para la vanguardia musical, un artista exitoso, no famoso, cuya discografía no puede dejar indiferente a cualquier amante de un sonido impredecible, concretado fuera de los paradigmas convencionales.