Ganar por puntos y en fallo dividido
El cine se ha constituido con elementos de la literatura, el teatro y la fotografía, pero también con otros de una disciplina ajena al universo creativo como el deporte en general, y el boxeo en particular. Al fin y al cabo, el arte del cuadrilátero se maneja con partes iguales de la valentía, perseverancia e instinto de autosuperación, tres de los valores predilectos de Hollywood. Enésima derivación de Rocky, con la clásica secuencia de montaje de entrenamiento incluida, Revancha transita todos y cada uno de los tópicos esperables de una de boxeo sin jamás renegar de su condición de refrito, convirtiéndose en un exponente cuya autoconciencia se manifiesta no tanto en el guiño canchero como en el aplomo y seguridad a la hora de tematizar por enésima vez la parábola llena de sangre, sudor y lágrimas del hombre caído dispuesto a todo con tal de levantarse antes del campanazo final.Más cerca del drama telenovelesco de la fallida Cinderella Man que de los pasos de comedia de El ganador, Revancha arranca, como nueve de cada films pugilísticos, con el protagonista de turno, Billy (Jake Gyllenhaal, con una intensidad y transformación física que piden a gritos una nominación al Oscar), tocando el cielo con las manos. Esto es, reteniendo una vez más el título mundial. Su vida encarna el arquetipo habitual del deportista millonario e iletrado pero de físico fuerte y sentimientos nobles: allí está, entonces, volviendo a su mansión con la cara molida a golpes y la voluntad inquebrantable de saludar a la hija. Una vuelta de guión tan forzada como funcional desata el principio del fin.Los antecedentes de Antoine Fuqua no lo muestran como un director habitualmente preocupado por la suerte de sus personajes. Es, por el contrario, uno que generalmente los considera meros vehículos para motorizar la narración, aun cuando esto implique someterlos a situaciones rayanas con la saña. Aquí avala la tendencia empujando a Billy a un derrotero de penurias que culmina en lo más parecido al infierno en la Tierra. Infierno en el sentido más cristiano del término, ya que Revancha es también una épica religiosa. No es casual que en algún momento Billy intente autoconvencerse de que “Dios debe tener un plan para enseñarle algo” ni mucho menos que la pelea amateur que marca su regreso sea en una iglesia e incluya algún plano en contrapicado de un Cristo crucificado. Pero a diferencia de otra película sobrevolada por el espíritu de Ned Flanders como El vuelo, aquella en la que el personaje de Denzel Washington iniciaba un vía crucis judicial después de estrolar el avión que pilotaba, Revancha no pierde jamás su rumbo original, dejando ese componente en un segundo plano.Lo anterior no impide que la espiral descendente funcione a la perfección en términos dramáticos, ya que favorece a lograr una de las claves del género como es la empatía del espectador. Porque, ¿quién no podría desearle un poco de suerte a un tipo que perdió todo, incluso a su mujer (Rachel MacAdams, impecable en su finísima ordinariez) e hija y que, para colmo, se apellida Hope (Esperanza)? La aparición de un viejo entrenador tanto o más machacado que él (Forest Whitaker) marca el primer paso del meteórico ascenso rumbo a la revalidación personal y deportiva y, con esto, a los mejores momentos de una película que no será novedosa, pero que sabe qué quiere contar y, sobre todo, cuál es la mejor forma de mostrarlo. Fuqua no se lleva bien con la intimidad y la psicología pero sí con la vertiente más sudorosa y demodé del cine de acción, convirtiendo al último tercio del vía crucis de Billy en un emotivo compendio de golpes filmados con pulso, brutalidad y realismo. Al igual que el estilo pugilístico de su protagonista, Revancha tiene menos cabeza que corazón. Con eso le alcanza para ganar por puntos y en fallo dividido.