Antoine Fuqua, el director de "Revancha" suele incursionar en este género con drama combinado con acción y violencia, en donde las caras bonitas se afean ante las realidades que les toca vivir ("Día de Entrenamiento", "El Justiciero"), mucho tiro y piña pero también algo de moraleja.
Para este título, la pareja elegida para protagonizar está compuesta por Jake Gylenhaal y Rachel McAdams que se enfrentarán a algo más que trompadas en el ring. Es una especie de Rocky del siglo XXI, -ahora que pulula tanta remake-, que incluye el submundo del boxeo, un deporte bien controvertido del que no se puede explicar el porqué del magnetismo y la fascinación que ejerce sobre audiencias mundiales que esperan los combates entre 2 hombres y hasta con mujeres que se pegan, eso sí con guantes, pero con mucha violencia. Hasta hubo casos de la vida real en que los púgiles terminaron en el hospital, demás está decir el daño a largo plazo que arruina toda humanidad que se suba al cuadrilátero.
Retomando el hilo del filme escrito por Kurt Sutter (guionista de 17 episodios de la serie The Shield, ¿se acuerdan?), se pondrá en evidencia el sistema de arreglo de peleas y los millones que genera y mueve este negocio nada santo y que se abusa de luchadores que le van tomando el gustito a la fama y a la adrenalina que las peleas le generan. El circo que se monta en derredor de los modernos gladiadores. Jake Gylenhaal, se mete en la piel de Billy Hope, un huérfano que llegó a la cima de su carrera, que pudo salir del pozo y ahora es la "gran esperanza blanca". Es el múltiple campeón que tiene una familia. A su esposa, Maureen, (McAdams) la conoció en aquélla época difícil del barrio bajo y la orfandad. Leila es la pequeña hija del matrimonio, criada como una princesita y a la que no dejan ver las peleas del papá en vivo para que no sufra, ella, de todas maneras, siempre lo espera para abrazarlo y felicitarlo.
Maureen quiere que Billy deje de pelear antes de que esto le afecte seriamente su salud. Su manager, no opina lo mismo y lo empuja a Billy a seguir en la lucha extorsionándolo con que perderá su bienestar económico lo que perjudicaría, sobre todo, a Leila. Jordan Mains, habla del campeón como si fuera de su familia mas no dudará en buscar carne fresca si es necesario.
El cuento es que una noche, frente a una provocación de Miguel "Magic" Escobar, un joven boxeador que busca su lugar y llegar a la pelea soñada a través de la chicana, Hope no se contiene y se desencadena el mayor drama.
Desde este punto deberá decidirse si se hunde y desaparece de la escena sin dejar rastro o tratar de rehabilitarse por Leila y que la revancha del título no sea venganza sino redención. Para ello contará con un viejo boxeador retirado, Tick Wills (el genial Forrest Whitaker), que no entrena a profesionales sino que rescata a los chicos de la calle. Sus reglas son muy estrictas, el plan será que Billy las cumpla para recuperar su dignidad y a su hija.
Me gustó como se trabajó el tema social, todas las aristas de los que ingresan al box y lo hacen como una forma de subsistir y los que llegaron y presumen de lo que consiguieron. Por otro lado, abren la ventana a la frialdad de los procesos judiciales en los que están involucrados niños, que muchas veces son necesarios cumplirlos de esta manera para hacer entrar en razón a los adultos. Si ya sufríamos con Sylvester Stallone, gritando: "Aaaadriannn" y los golpes en su rostro, las imágenes de de los combates de esta película son todavía más impactantes y reales: los rostros ensangrentados, desfigurados, como en la Pasión de Mel Gibson y algo que tiene que ver con ella, ya que la crucifixión de Hope se produce en la catedral del box, el Madison Square Garden y su resurrección comienza en la catedral de Saint Mary, todo un símbolo.
Una mención especial para el trabajo de Oona Laurence como Leila Hope que lidiará con una pérdida muy importante mientras se defiende cual tigresa para no perder a su papá.
Si Sly mirara esta peli desde la platea podrá sentirse orgulloso de haber inspirado a Sutter y a Fuqua para darle una vuelta de tuerca a Rocky, que ya no se entrenará en las escalinatas de un edificio público ni le pegará a las reses en un congelador aunque no la tendrá para nada fácil. Creo que hasta tal vez derramaría una lágrima por no ser él el que se sube al ring (no es Arnold que hace de androide).
Un melodrama con acción y contenido. Para no dejar pasar.