Los films de boxeo conforman un género que suele repetir la fórmula del luchador humilde rodeado de un ejército de sanguijuelas que viven de su éxito y se escapan en el momento de la caída del otrora héroe. Este personaje del héroe individual -que hoy está de moda- es el que atrae las miradas de las productoras y saca del negocio multimillonario del box su tajada para dejarnos algunas buenas películas y otras no tan buenas como la presente.
Revancha (Southpaw, 2015), la última película del desparejo director Antoine Fuqua y del guionista Kurt Sutter, autor de varios capítulos de The Shield y Sons of Anarchy, es un drama que narra la vida de Billy Hope (Jake Gyllenhaal), un campeón mundial de boxeo millonario que salió de la pobreza para convertirse en un ícono de este deporte. Su estilo es atrevido y poco recomendable. Con un defensa siempre baja, se deja golpear de forma salvaje hasta que la ira se apodera de él y sacude a su contrincante noqueándolo en todas sus peleas. Tras un episodio traumático bastante absurdo en un evento de caridad, cae de su pedestal y tras perder todo y a todos debido a su comportamiento errático, comienza a entrenarse para volver a boxear y consigue una pelea con el nuevo campeón mundial, que estuvo implicado en la reciente muerte de su esposa.
La cinta incurre en una serie de golpes bajos innecesarios uno tras otro que impiden que la acción avance. De entrada, el guión se estanca en la introducción para dar lugar a una historia anodina sobre la responsabilidad, la necesidad de alguien en quien apoyarse en tiempos difíciles y las posibilidades de revancha que da la vida cuando uno se propone romper con el círculo de autodestrucción. La música de hip hop, que podía llegar a hacer pensar en un abordaje de la relación entre el mundo de la música y del deporte, funciona tan solo como un fondo alrededor del círculo de 50 Cent, que actúa también en el opus sin demasiado brillo.
Emulando a la conmovedora El Campeón (The Champ, 1979) de Franco Zeffirelli, con Jon Voight y Faye Dunaway, Revancha intenta emocionar al espectador con la caída y la resurrección del héroe, pero solo consigue un poco de aire con la tardía introducción de Forest Whitaker como un entrenador de boxeo barrial que prepara a jóvenes humildes para sacarlos de las calles y enseñarles algo de la disciplina que el deporte transmite. Desgraciadamente la dupla de Fuqua y Sutter no logra salir del barro del tedio en el que se sumerge debido a un guión demasiado previsible, que derrapa por la necesidad del director de extender secuencias y darle lugar a escenas innecesarias y hasta personajes que solo funcionan en tanto que ejemplifican hasta el hartazgo que el boxeo es un negocio cruel y despiadado, la droga es causante de la violencia familiar, los niños deben crecer en un ambiente sano y los managers de los principales boxeadores profesionales casi siempre son seres humanos deleznables.
Revancha deja en el camino una gran oportunidad de meterse al menos entre las películas del mismo calibre que apuntan hacia el mismo público y que trabajan estos mismos tópicos con gran maestría, como El Ganador (The Fighter, 2010) de David O Russell, o la obra cumple del género, Toro Salvaje (Raging Bull, 1980), por mencionar solo un par. Las grandes actuaciones de Gyllenhaal y Whitaker no logran salvar al film del desastre, pero al menos los susodichos dejan en claro que son grandes actores y merecen mejores colaboradores del otro lado de la cámara.