La vida es un puño
Pelear. No hay metáfora más expresiva que el box para representar la vida. Y si la vida del personaje retratado fue dura, el ring, y la superación por el esfuerzo y las ganas de dejar la pesadilla atrás, y dar vuelta la página- es el lugar adecuado. Es lo que cuentan (casi) todas las películas que abordan ese deporte. “Revancha” se ajusta a la regla. Pero el director Antoine Fuqua lo hace contando dos películas en una. La primera parte es ante todo un estudio de caracteres. Billy Hope, en una composición milimétricamente estudiada por Jake Gyllenhaal, creció en un orfanato de Hell’s Kitchen (La cocina del infierno, barrio del centro oeste de Manhattan elegido con frecuencia por el cine, la literatura y el cómic para retratar infancias y vidas difíciles: “Los hijos de la calle”, 1996, de Barry Levinson; “La cocina del infierno”, de 1978, con Sylvester Stallone). También su mujer (a cargo de Rachel McAdams, impecable en su breve intervención) a quien conoció en el mismo lugar cuando ella tenía 12 años. Cuando empieza el filme Billy es el campeón en su categoría, tiene una relación perfecta con su familia y vive en una mansión impresionante. Pero un día pierde la mitad de su felicidad, y también su dinero y luego sufre el rechazo de su hija. A partir de allí comienza la segunda parte que refleja la lucha de Billy por recuperar algo de todo lo que perdió. Y allí “Revancha” entra por lo carriles más convencionales, algo que salva el trabajo de Gyllenhaal, y también en -menor medida- el de Forest Whitaker, como el entrenador que le hará comprender que antes que pegar (y buscar revancha y canalizar con puñetazos su frustración y su dolor) tendrá que aprender a pelear contra sí mismo para encontrar el camino de regreso.