Una epopeya bien contada
Si existe un riesgo al abordar temas históricos es la manera de plasmarlos en la pantalla sin desvirtuarlos y mostrando a próceres que no son de bronce. En Revolución: El cruce de los Andes, el director Leandro Ipiña construye un relato sólido, entretenido y alimentado por datos de la historia argentina.
El centro es la figura del Gral. José de San Martín (Rodrigo de la Serna, bien caracterizado), un hombre enérgico y duro, pero lleno de dudas y temores, que asumió el compromiso de formar un ejército para cruzar los Andes con fines libertadores. El San Martín es totalmente creíble y se ve muy alejado del que alguna vez interpretó Alfredo Alcón en El santo de la espada, de Leopoldo Torre Nilsson.
La película muestra también el lado humano del prócer (cuando abandona a su esposa e hija o el fuerte dolor que lo aqueja) y su relacíón con un joven secretario (un convincente Juan Ciancio, el actor de El niño de barro) que se opone a los mandatos familiares y sigue sus ideales.
Revolución: El cruce de los Andes viene a ocupar un espacio cinematográfico que estaba vacante y lo hace con buenas armas a través de una narración estructurada a manera de flashback (el joven secretario le cuenta la historia a un periodista) y en capítulos.
Filmada en escenarios naturales, la película despliega escenas de acción resueltas con astucia, suspenso bien logrado y panorámicas con generosa presencia de extras en la provincia de San Juan, en el paisaje cordillerano del pueblo de Barrea, para mostrar con credibilidad la esencia de la cruzada libertadora.