Lo mejor de “Rey de ladrones” es un personaje que le permite a Michael Caine retomar el acento cockney de sus orígenes. Pero esta crónica del mayor robo en la historia de Inglaterra llevado a cabo por hampones de la tercera edad daba para muchísimo más. Y no es que la película esté del todo mal, sino que no aprovecha las posibilidades de un relato fascinante, filmado por un buen director como James Marsh (el de “La teoría del todo”), y excelentes veteranos del cine británico del nivel de Michael Gambon y Jim Broadbent.
La película empieza a todo vapor con música mod de los Small Faces e imágenes de los años dorados de estos ladrones, y luego pasa casi directamente al robo, todo en un clima de comedia geriátrica algo obvio pero eficaz. Pero, ya a mitad del film, el tono se vuelve más oscuro por las suspicacias y la codicia entre los miembros de la pandilla, y el director no parece encontrar el equilibrio entre ambos estilos. Recalcando que ningún admirador de Michael Caine va a salir del cine decepcionado del todo, tal vez lo mejor sea volver a verlo en clásicos policiales como “The Italian Job”.