Tan admirado como defenestrado, Milo Lockett es uno de los artistas plásticos más importantes del país. Desde su Resistencia natal, este hombre que rinde culto al estilo directo del arte callejero y del grafiti se halla lejos de los estereotipos y cerca de la gente. En este documental, Federico Bareiro, su director, lo sigue en su largo peregrinaje por diversas ciudades en las que expone esas pinturas que hablan de una gran ingenuidad y que atrapan por sus líneas brillantes y sus alocadas figuras. La cámara también refleja a Milo en sus diversas participaciones de ayuda social, y allí lo vemos junto a alumnos de varias escuelas de su ciudad natal o pintando paredes externas de los lugares de estudio que bordean espacios donde aprenden sus primeras letras los chicos de las comunidades aborígenes wichi.
A través de las palabras de sus familiares, amigos, críticos de arte y admiradores, el film recuerda que este Milo autodidacta fue en el pasado empleado de la industria textil y que logró construir una mirada nueva entre la solidaridad y el arte. La trayectoria de Milos está patentizada en este film con enorme calor humano que parte, precisamente, de ese hombre de voz casi susurrante que recuerda sus inicios en el mundo de la pintura y su enorme devoción por aquellos que, como él, surgieron de muy abajo en la escala social. El arte, los negocios, la vocación y la solidaridad son aquí los más importantes elementos que retratan a ese Milo que vive como una estrella de rock y pinta como si no hubiese mañana.