Con semejante popularidad en el inconciente (visual) colectivo no extraña una realización sobre uno de los artistas más populares de Argentina de los últimos tiempos. Difícil que haya alguien en nuestro país que de una manera u otra no se haya cruzado con algún dibujo, pintura, muñeco, mural o cualquiera de las presencias en libros, diarios y TV.
Este buen documental cumple con creces la idea de ser un retrato que ponga en conocimiento de la figura de Milo Lockett como artista, pero también sobrepasar la barrera de la popularidad para mostrarlo en su esencia de hombre solidario, empresario con autogestión, emprendedor, y como persona arraigada a su tierra, su gente y su pasado.
Paralelamente a un muestrario repleto de colores, planos detalle del trazo simple del artista, o momentos con sutil animación poniendo las criaturas en movimiento, la cámara lo va acompañando en su vida cotidiana. El primer puñado de minutos se plantea como un contraste entre el Chaco (incluido un momento con chicos con síndrome de down), y su ingreso a la muestra de arte de Buenos Aires con toda la pomposidad que emana de la clase media alta entre cócteles, vestidos de noche y cierto glamour.
Resulta interesante ve como Federico Bareiro va tomando decisiones sobre la figura que retrata en su película. “Rey Milo” se centra en el hombre para, a través suyo, lograr comprender la magnitud de un trabajador incansable del arte. Las imágenes lo muestran casi todo el tiempo haciendo o pensando qué hacer, como si se tratara de un constante desborde creativo, pero a la vez toman al arte como forma de vida para trascender en todos los aspectos.
Lejos de un intento de salirse de la estructura convencional “Rey Milo” aporta al espectador lo que habitualmente se busca en un documental sobre alguna personalidad destacada: Saber quién es, de dónde viene, qué hace y por/para qué lo hace. El documental responde todo eso más allá de lo que uno imagina que pueda haber quedado fuera del corte final. Alcanza con eso y está bien.