Una visión integral del artista Milo Lockett
Así, familiares y amigos recuerdan sus tempranos impulsos empresariales y artísticos, la vocación del trabajo continuo, y la habilidad para vender sus creaciones. Colegas, críticos, un marchand, una galerista, historiadores, destacan su estilo suelto, personal, su peso en el mercado y su filosofía de ventas al alcance de todos. Y todos destacan su espíritu de colaboración. La Casa Garrahan de Resistencia, la campaña contra la deserción escolar "Yo puedo, vos podés", subastas a beneficio alentadas por el marchand Alvaro Castagnino, trabajos con Juan Carr en la Red Solidaria, impulso a una bienal provincial, padrinazgo de nuevos artistas, la oportunidad de pintar brindada a niños y discapacitados, ayudas a escuelas de El Sauzalito, El Vizcacheral, El Potrillo y otros lugares perdidos para la gente cómoda, etcétera.
El mismo ha señalado varias veces el ejemplo que tomó de su familia, y de su comprovinciano, el arquitecto Carlos Alabe, impulsor de la Casa Garrahan, Padres de la Ruta y Ciudad Limpia. En ambos casos se trata de iniciativas puramente privadas, hechas por artistas exitosos de mente empresaria y sensibilidad social. Se suma en Lockett otro mérito: el esfuerzo autodidacta, como lo tuvo el escultor Juan de Dios Mena, según recuerda un conocedor en el venerable Fogón de los Arrieros.
Detalle curioso, quien menos habla es el propio Milo. Los otros lo hacen por él. Renglón aparte, los comentarios de sus colaboradores, del carpintero y personal training que le arma los bastidores, y, en particular, el único que dice algo en contra: un amigo que reclama por dos vinos en deuda desde hace años. Hasta hay un graffitti al respecto.
Autor, Federico Bareiro (ere, no erre), de larga trayectoria en registros para cine alternativo y televisión cultural.