Esta semana arriba a las salas del país la película deportiva del año. Merecidamente, la historia de las hermanas Venus y Serena Williams llega a Hollywood para formar parte de la acotada lista de personalidades del deporte que cuenta con su propia biopic. «King Richard» («Rey Richard» en Latinoamérica) se encarga de retratar la infancia de las hermanas y deja en claro quién fue su padre, el verdadero mentor y formador de las mega estrellas del tenis que son hoy en día. Muchas películas del género estrenan cada año, sin contar los cientos de documentales, pero solo unas pocas se quedan en el recuerdo colectivo. El responsable de este gran desafío es el director y productor Reinaldo Marcus Green. Un cineasta de ascendencia afroamericana y puertorriqueña que fue predestinado para este proyecto.
Podemos trazar un camino perfectamente definido por el que proclamamos que Green era la figura indicada para dirigir. Comienza su carrera en 2014 con su cortometraje «Stone cars», donde instala un relato en torno al racismo. Le sigue otro corto titulado «Stop», donde mezcla racismo con deporte, más específicamente el béisbol. Esa combinación se vuelve a repetir en su poderoso debut oficial «Monsters and men» en 2018, con un reparto encabezado por John David Washington. Dos años más tarde, estrena su segundo largometraje «Joe Bell». Un drama familiar protagonizado por Mark Wahlberg que se basa en hechos reales y pone en juego el acoso escolar y la homosexualidad. Hace unos meses, estrenó una miniserie documental sobre la enmienda XIV en Netflix, la cual está narrada por Will Smith, entre otras celebridades. Finalmente, llegamos a este punto donde utiliza todas las temáticas que ya había trabajado. Une el deporte con un drama familiar basado en una historia real y el, siempre presente, racismo, protagonizado por el príncipe del rap.
Es posible que la vivencia de los Williams sea una de las más increíbles de la historia. Dos hermanas que conquistan, juntas, la cima de un deporte tan individualista y competitivo como el tenis, resulta impensable. Pero más inimaginable aún, es descubrir que nada fue casualidad y todo estuvo orquestado por la perseverancia de un hombre totalmente ajeno a ese ámbito. Richard Williams es un personaje particular. Tiene cosas buenas y cosas cuestionables, pero sin dudas es un personaje que se vuelve entrañable. El periodista y escritor argentino Matías Bauso asegura en su libro El deporte en el cine que «el éxito (artístico) de este tipo de films radica en lograr personajes tridimensionales. Proveer a estos deportistas de humanidad y profundidad más allá de la tensión por un resultado». En otra pablaras, con sus aciertos, errores y fracasos, Richard nos genera cercanía y logra instalarse como el absoluto dueño de la cinta.
Gran parte de ese impacto se sostiene en la sólida performance de Will Smith. Aceptando el paso de los años, el querido actor comienza a desprenderse de aquellos papeles de sex symbol treintañero y se arrima a esos roles que requieren de otras cualidades para llevarse a cabo. En estas oportunidades, puede demostrar que la enorme trayectoria con la que cuenta no es cuestión de azar, sino fruto de su talento actoral. En segundo lugar, las jóvenes Demi Singleton y Saniyya Sidney personifican satisfactoriamente a las hermanas. Hay que destacar que no es tarea fácil interpretar a un deportista de elite, ya que inevitablemente se debe saber jugar muy bien y encima imitar los movimientos de las personas representadas. Por último, Aunjanue Ellis, como la madre de la famila, y Jon Bernthal, como uno de los entrenadores, hacen su aporte al sostenimiento de la trama. Especial mención a Bernthal que sorprende en cada papel que encarna, por más pequeño que sea.
Antes de continuar, vamos a elaborar un pequeño esquema de clasificaciones para que nuestro lector tenga una noción de lo que se va a encontrar en pantalla. En primer lugar, aclaramos que nuestra película cumple con lo que promete y entra en el top de cintas sobre la disciplina. En segunda instancia, podemos hablar de la filmografía de Smith. Si dividimos su trabajo en tres grandes categorías: acción («Bad Boys»), comedias («Hitch») o dramas («The Pursuit of Happyness»), ubicamos a «King Richard» en el sector de dramas. Por último, las cintas deportivas pueden estar destinadas a retratar un evento o momento específico y centrarse exclusivamente en el deporte. O bien, pueden correrse de la actividad y enfocar su contenido en la correcta representación de sus protagonistas. En esta ocasión, se corresponde a las del segundo tipo. Si bien hay buena carga de escenas deportivas, la esencia del film radica en la relación familiar de los Williams.
En otro apartado del mencionado libro, Matías Bauso describe «los elementos anímicos típicos de estos films son la emoción y la épica». En este sentido, «King Richard» cumple con lo necesario para confirmar esta afirmación. Pone especial énfasis en la faceta emotiva del largometraje al dedicarse de lleno a representar todas las dificultades por las que tuvo que pasar el protagonista. Llámese racismo, maltrato infantil, humillación pública, palizas varias y una profunda, y constante, falta de respeto. Afortunadamente, toda esa tragedia se ve apaciguada por pequeñas dosis de humor y necesarios detalles esperanzadores. No nos olvidemos de la épica, que se hace desear en un principio, pero comienza a tener destellos una vez que todo se pone en marcha. Brilla por mantenerse contenida hasta el momento culmine de la obra. Aparece cuando debe y hace lo preciso para brindarle al espectador un clímax al borde del asiento que nos recompensa por el camino transitado.
En cuanto a su realización cinematográfica, es correcta. No toma grandes riesgos, pero tampoco desentona. Se dedica exclusivamente a engrandecer su guion. Algo similar sucede con la banda sonora. A pesar de incluir hasta una canción original por parte de Beyoncé, el soundtrack no obtiene demasiada relevancia y se mantiene como mero colaborador para un correcto flujo del relato. Algo primordial en este tipo de trabajos es obtener una acertada visualización del deporte. Porque una película sobre tenis, no puede evadir exhibirlo. Si falla, no hay nada que la pueda salvar de las críticas. Consideramos que sortea con mucha holgura ese punto. Las escenas están bien rodadas, se asegura de darle tiempo en pantalla solo a lo que es necesario y los movimientos de las muchachas se sienten verosímiles. Se agradecen las horas de entrenamiento coreográfico entre contrincantes que replicaron jugadas reales de las Williams, sin cortes. Esos son unos de los detalles que convierten este metraje en una joyita del género.
En conclusión, estamos ante una película muy efectiva con la que es muy fácil identificarse. La potencia de su historia, la calidad cinematográfica con la que se desenvuelve, el peso de sus protagónicos y las buenas vibras que desprende, la perfilan como una de las grandes competidoras en la temporada de premios. Sin salirse de los moldes tradicionales del biopic deportivo, logra originalidad al correr el eje del relato hacia una figura, hasta el momento, desconocida por la mayoría del público: Richard Williams.